-
Creo que por la pinta que tiene todo esto no me va a gustar lo que me
vas a decir- dijo Javier
tras
unos segundos de silencio, con un suspiro resignado. -
¿Y bien?- preguntó Javier
inclinándose hacia ella con las cejas enarcadas- ¿Cuál es el
veredicto? ¿Estabas borracha? ¿Estabas triste? ¿Te
apetecía jugar conmigo?
Ella
le miró con irritación.
-
Deja de comportarte como si te hubiese ofendido de la peor de las
maneras posibles, no te he puesto ninguna de esas excusas. Y deja de…
¡empujarme!
-
¿De empujarte?
-
De hacerme hablar de cosas de las que no quiero hablar.
Javier
suspiró y se reclinó en el banco. Ella le conocía lo suficiente
como para saber que estaba intentando no ponerse a gritar.
-
Creo que tengo derecho a pedirte que hablemos.
-
Y yo creo que tengo derecho a pedirte que dejes de ser tan
susceptible conmigo, me siento como si estuviese dando pasos en falso
continuamente.
Él
asintió sin mirarla directamente. Matilde cerró los ojos. No iba a
ser fácil. Menos cuando su cuerpo reaccionaba de maneras estúpidas
al estar tan cerca de él.
-
La verdad es qué no sé qué decirte, Javier. Llevo toda la semana
pensando en lo que pasó y… no sé… No sé que es lo que quieres
que te diga. Te besé porque me apetecía.
El
chico alzó las cejas con gesto de sorpresa.
-
Bueno, para empezar me gustaría saber por qué pasó lo que pasó. O
cuál es tu teoría para explicarlo.
Matilde
cambió de postura en el banco, muy incómoda.
-
Pues pasó que llevábamos tonteando toda la noche, y bueno, que
sigue habiendo algo… algo entre nosotros.
-
¿Que todavía nos queremos?
-
Sabes que no he dejado de hacerlo, no me hagas decirlo en voz alta.
Se
sentía indefensa bajo la atención de esos ojos verdes.
-
Pero…- dijo él haciendo un gesto con la mano para que siguiera.
-
Pero nada, ya está, supongo- contestó ella, sabiendo que llegaban a
la parte difícil. Primera mentira.
-
¿Ya está? Eso significa que no cambia nada.
-
Significa que no quiero que cambie nada. Me da miedo hacerte daño otra vez. - Segunda...
Javier
volvió a inspirar con fuerza y se inclinó hacia delante. Miraba los
barquitos del lago con desinterés. Matilde, en cambio, se miraba los
zapatos como si fuesen la cosa más extraordinaria que había visto
en su vida. Estaba esperando los gritos ofendidos de él, pero no
llegaban.
-
¿Ni siquiera te lo has planteado? ¿Qué pudiésemos funcionar? No
he querido a nadie más en mi vida.
Levantó
la vista y le miró, sorprendida por la tranquilidad de su tono. Él
seguía con la mirada fija en el riachuelo.
-
Sí, claro que me lo he planteado...
-
¿Y?
-
No lo sé. Creo que llevarlo al siguiente nivel puede acabar en
catástrofe. Y no quiero volver al mismo punto de siempre. - Tercera.
-
¿Y no tienes ganas de intentarlo?- la interrumpió él, como si
quisiese que dejase de hablar porque cada una de sus explicaciones se
clavaba como un alfiler en su pecho.
Se
miraron. Matilde se mordía el labio, nerviosa. Claro que tenía ganas de intentarlo. No se quería separar nunca de él. Se mantuvo en
silencio, estaba asustada.
-
Vale. Lo que quieras.
-
¿Cómo que lo que quiera?- preguntó ella, sin entender.
-
Que no te puedo obligar a intentarlo si no quieres. Aunque yo piense
que llevarlo al siguiente nivel sería apoteósico. Pero dejaré de
empujarte.
Matilde
le miró con el ceño fruncido y un gesto de desconfianza que no
intentó ocultar.
-
¿Dejarás de empujarme?
-
Por ahora- dijo James riéndose de su cara de incredulidad- Te lo
prometo.
Matilde
se reclinó en el banco y cruzó los brazos; casi prefería los
gritos y el melodrama, era para lo que se había preparado. Ese
Javier calmado, maduro y que sonreía como si supiese algo que ella
no sabía era algo que no sabía manejar y que francamente, no se
esperaba. Una parte de ella se sentía un poco decepcionada por la
casi falta total de pasión que había habido en esa respuesta.
-
¿Apoteósico?- preguntó tras unos segundos de silencio.
-
Mucho mejor que el beso de la otra noche. Si cambias de idea, a lo
mejor puedes comprobarlo.
Matilde
no pudo evitar ponerse roja hasta el nacimiento del pelo al recordar
con nitidez algunos detalles del mencionado beso. Consideró para sus
adentros que era bastante difícil de superar. No pudo contestar
porque la sonrisa de Javier le había hecho un nudo en la garganta. Estaba completamente enamorada de él.
Pepita Pérez
No te lo pienses demasiado.
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