domingo, 22 de septiembre de 2013

Me basta así.

- ¿Vas a decirme qué te pasa?
- ¿Por qué me tiene que pasar algo?
- Ah no sé... ¿Quizá porque llevas media hora dando vueltas a la pajita sin pronunciar palabra?
Matilde bufó. Llevaba un día asqueroso y lo que menos le apetecía ahora era discutir con su amiga.
- ¿Te molesta el silencio?
- Pues oye, si quedamos para tomar algo es para charlar, ¿no?
Matilde giró los ojos y, desesperada, se apoyó en la mesa del bar. Encendió un cigarro.
- Ángel me ha engañado.
- ¿Qué te ha engañado quién? - preguntó sorprendida Paloma - ¿Ángel? ¿Ángel de Quevedo, el del cole? ¡Pero si llevas 5 años sin hablar con él!
- González. Ángel González.
- ¿Y ese es...?
- ¡Joder Paloma! ¿Tu me prestas alguna vez atención cuando te hablo?
- Pues la misma que me prestas tú a mi, que te digo que hagas una cosa y haces justo la contraria. Porque creo, y solo creo - matizó ironicamente - que hoy la has cagado estrepitosamente...
Genial. ¿No quieres lentejas? Pues toma, dos platos.
- ¡Es que desde dentro se ven las cosas de distinta manera! - se justificó - ¡No me lo recuerdes!
- Desde fuera se ven mejor, lista, porque precisamente es... ¡Da igual! ¡No cambies de tema, que te conozco! ¿Quién es ese Ángel?
- ¿Y tu dices ser mi mejor amiga?
Había insolencia en su voz. Paloma se recostó en la silla y suspiró.
- ¿Me lo vas a decir o no? ¿Qué te ha hecho Ángel el misterioso?
- Ángel el misterioso no, Ángel González. ¿No te suena si quiera?
- No tengo el placer.
- ¿Fuiste al mismo colegio que yo, en serio? ¿Por qué yo he salido tan lista y tú tan...?
- ¡Matilde!
- Era broma, joder, que no pillas ni una...
- Como tú tienes tanto sentido del humor... - Se incorporó para coger la cajetilla de tabaco mientras que fruncía el ceño. Volvió a atacar- ¿Me lo vas a contar?
- Si insistes... Aunque deberías saberlo.
- Vete a la mierda. Ya no quiero saber quien es ese tal Ángel, no me interesa.
Paloma se movió en el asiento, incómoda. Conocía a Matilde desde siempre, y nunca había sido tan hermética como ahora. Había que obligarla a hablar, a que soltase todo lo que preocupaba.
- Ángel González es mi poeta favorito, y como te he dicho, me ha engañado.
- ¿Qué? - la cara de Paloma si que era un poema... - ¿Me estás diciendo que un poeta te ha engañado? ¿Estás tonta? No te has bebido ni la mitad de la copa, no se te ha podido subir tan pronto a la cabeza.
- Te lo estoy diciendo super en serio, créeme...
Paloma la miraba atónita, con los ojos muy abiertos, no sabiendo muy bien si echarse a reír o a llorar.
- ¿Y se puede saber cómo te ha engañado Ángel el Misterioso? ¿Te ha puesto los cuernos? ¿Ha dedicado un poema a otra? ¿Te has puesto celosa?
- ¿Te has replanteado que a lo mejor la que no tiene sentido del humor eres tú?
Paloma suspiró y contó internamente diez. Encendió el cigarro, dio una gran calada y desesperada volvió a la carga. Cuando Matilde se ponía insoportable no había manera...
- ¿Me lo vas a contar o no?
- ¿Vas a estar calladita?
- Dependiendo del grado de tonterías que digas..
Odiaba cuando Matilde hacía ese gesto. Si achicaba los ojos y ponía su sonrisa más falsa es que estaba muy muy molesta.
- Ángel me dijo que me querría siempre, y me ha engañado.
- ¿Pero como se te va a declarar un poeta muerto ya?
- ¡Que no, Paloma, que no! Que Ángel aquí no tiene nada que ver.
- ¿Entonces?
- Este hombre tiene un poema que me encanta y que te he recitado miles de veces, aunque ya veo que no me prestas atención cuando te hablo...
- ¡Matilde!
- ¡Es la verdad! Si me escuchases siempre no me tendría que poner así, pero claro, es más fácil estar a otras cosas...
- ¿Y qué dice el poema?
- ¿Ves como no me dejas terminar siquiera la frase? - Paloma la miró con reprobación - ¿Quieres que te lo recite?
- ¿Vas a volver a ser una persona normal? - intercambiaron las miradas y se echaron a reír. Sus enfados eran más o menos fingidos. - Venga, te escucho.
- Venga, voy allá... “Si yo fuese Dios y tuviese el secreto haría un ser exacto a tí...” ¡Es que es muy largo!
- ¿Pero quieres empezar ya?
- Te digo solo el final, ¿vale?
- Tu dime lo que quieras, pero comienza de una vez.
- Vale. Ahora si que si.
Matilde se aclaró la voz, apagó el cigarro en el cenicero.
- “Ya no sé si me explico, pero quiero aclarar que si yo fuese Dios, haría lo posible por ser Ángel González para quererte tal como te quiero, para aguardar con calma a que te crees tú misma cada día, a que sorprendas todas las mañanas la luz recién nacida con tu propia luz, y corras la cortina impalpable que separa el sueño de la vida, resucitándome con tu palabra. Lázaro alegre, yo, mojado todavía de sombras y pereza,sorprendido y absorto en la contemplación de todo aquello que, en unión de mí mismo, recuperas y salvas, mueves, dejas abandonado cuando -luego- callas... Escucho tu silencio. Oigo constelaciones: existes. Creo en ti. Eres...
- Me basta. - concluyó Paloma.
- No.
- ¿No?
- Es que no le basta... ¿Ves como me ha mentido?

Pepita Pérez.
Siempre la misma y siempre diferente.

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