-
¿Vas a decirme qué te pasa?
-
¿Por qué me tiene que pasar algo?
-
Ah no sé... ¿Quizá porque llevas media hora dando vueltas a la
pajita sin pronunciar palabra?
Matilde
bufó. Llevaba un día asqueroso y lo que menos le apetecía ahora
era discutir con su amiga.
-
¿Te molesta el silencio?
-
Pues oye, si quedamos para tomar algo es para charlar, ¿no?
Matilde
giró los ojos y, desesperada, se apoyó en la mesa del bar. Encendió
un cigarro.
-
Ángel me ha engañado.
-
¿Qué te ha engañado quién? - preguntó sorprendida Paloma - ¿Ángel? ¿Ángel de Quevedo, el del cole? ¡Pero si
llevas 5 años sin hablar con él!
-
González. Ángel González.
-
¿Y ese es...?
-
¡Joder Paloma! ¿Tu me prestas alguna vez atención cuando
te hablo?
-
Pues la misma que me prestas tú a mi, que te digo que hagas una cosa
y haces justo la contraria. Porque creo, y solo creo - matizó
ironicamente - que hoy la has cagado estrepitosamente...
Genial.
¿No quieres lentejas? Pues toma, dos platos.
-
¡Es que desde dentro se ven las cosas de distinta manera! - se
justificó - ¡No me lo recuerdes!
-
Desde fuera se ven mejor, lista, porque precisamente es... ¡Da
igual! ¡No cambies de tema, que te conozco! ¿Quién es ese
Ángel?
-
¿Y tu dices ser mi mejor amiga?
Había
insolencia en su voz. Paloma se recostó en la silla y suspiró.
-
¿Me lo vas a decir o no? ¿Qué te ha hecho Ángel el
misterioso?
-
Ángel el misterioso no, Ángel González. ¿No te suena si
quiera?
-
No tengo el placer.
-
¿Fuiste al mismo colegio que yo, en serio? ¿Por qué yo he salido
tan lista y tú tan...?
-
¡Matilde!
-
Era broma, joder, que no pillas ni una...
-
Como tú tienes tanto sentido del humor... - Se
incorporó para coger la cajetilla de tabaco mientras que fruncía el
ceño. Volvió a atacar- ¿Me lo vas a contar?
-
Si insistes... Aunque deberías saberlo.
- Vete
a la mierda. Ya no quiero saber quien es ese tal Ángel, no me
interesa.
Paloma
se movió en el asiento, incómoda. Conocía a Matilde desde siempre,
y nunca había sido tan hermética como ahora. Había que obligarla a
hablar, a que soltase todo lo que preocupaba.
-
Ángel González es mi poeta favorito, y como te he dicho, me ha
engañado.
-
¿Qué? - la cara de Paloma si que era un poema... - ¿Me estás
diciendo que un poeta te ha engañado? ¿Estás tonta? No te has
bebido ni la mitad de la copa, no se te ha podido subir tan pronto a
la cabeza.
-
Te lo estoy diciendo super en serio, créeme...
Paloma
la miraba atónita, con los ojos muy abiertos, no sabiendo muy bien
si echarse a reír o a llorar.
-
¿Y se puede saber cómo te ha engañado Ángel el
Misterioso? ¿Te ha puesto los cuernos? ¿Ha dedicado un poema a
otra? ¿Te has puesto celosa?
-
¿Te has replanteado que a lo mejor la que no tiene sentido del humor
eres tú?
Paloma
suspiró y contó internamente diez. Encendió el cigarro, dio una
gran calada y desesperada volvió a la carga. Cuando Matilde se ponía
insoportable no había manera...
-
¿Me lo vas a contar o no?
-
¿Vas a estar calladita?
-
Dependiendo del grado de tonterías que digas..
Odiaba
cuando Matilde hacía ese gesto. Si achicaba los ojos y ponía su
sonrisa más falsa es que estaba muy muy molesta.
-
Ángel me dijo que me querría siempre, y me ha engañado.
-
¿Pero como se te va a declarar un poeta muerto ya?
-
¡Que no, Paloma, que no! Que Ángel aquí no tiene nada que ver.
-
¿Entonces?
-
Este hombre tiene un poema que me encanta y que te he recitado miles
de veces, aunque ya veo que no me prestas atención cuando te
hablo...
-
¡Matilde!
-
¡Es la verdad! Si me escuchases siempre no me tendría que poner
así, pero claro, es más fácil estar a otras cosas...
-
¿Y qué dice el poema?
-
¿Ves como no me dejas terminar siquiera la frase? - Paloma la miró
con reprobación - ¿Quieres que te lo recite?
-
¿Vas a volver a ser una persona normal? - intercambiaron las
miradas y se echaron a reír. Sus enfados eran más o
menos fingidos. - Venga, te escucho.
- Venga,
voy allá... “Si yo fuese Dios y tuviese el secreto haría
un ser exacto a tí...” ¡Es que es muy largo!
- ¿Pero
quieres empezar ya?
-
Te digo solo el final, ¿vale?
-
Tu dime lo que quieras, pero comienza de una vez.
-
Vale. Ahora si que si.
Matilde
se aclaró la voz, apagó el cigarro en el cenicero.
- “Ya
no sé si me explico, pero quiero aclarar que si yo fuese Dios, haría
lo posible por ser Ángel González para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma a que te crees tú misma cada día, a que
sorprendas todas las mañanas la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras la cortina impalpable que separa el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra. Lázaro alegre, yo, mojado todavía de
sombras y pereza,sorprendido y absorto en la contemplación de todo
aquello que, en unión de mí mismo, recuperas y salvas, mueves,
dejas abandonado cuando -luego- callas... Escucho tu silencio. Oigo
constelaciones: existes. Creo en ti. Eres...
-
Me basta. - concluyó Paloma.
-
No.
-
¿No?
-
Es que no le basta... ¿Ves como me ha mentido?
Pepita Pérez.
Siempre la misma y siempre diferente.
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