jueves, 12 de septiembre de 2013

La lista

- Vamos, no es tan difícil.
Matilde sintió las miradas de sus dos amigas clavadas sobre ella. No. No era difícil, era la gilipollez más absurda del mundo multiplicada por infinito y elevada a la enésima potencia.
- ¿Alguien puede volver a explicarme por qué estamos perdiendo el tiempo con semejante tontería? No me ha quedado del todo claro.
- Porque es sábado, estamos aburridas y a nadie se le ha ocurrido nada mejor que hacer - replicó Natalia. - ¿Alguna cabeza pensante con alguna idea brillante?
Paloma negó con la cabeza.
- Bien. Entonces continuamos. ¿Tu puntuación para Javier, Matilde?
- Estoy dudando - habló finalmente, presionada por las miradas insistentes de las otras dos.
- ¿Dudando de si le pones un nueve o un diez, quieres decir? —preguntó Paloma, con un tono cercano a la burla y la ternura.
Matilde observó la hoja de papel que su amiga aferraba entre sus manos. Diez filas contenían los nombres de los chicos mejor considerados de toda la facultad, siempre bajo la opinión influenciable y en absoluto objetiva de sus dos amigas, por supuesto. Y cada una de las tres tenía asignada una columna. El funcionamiento era sencillo: inspeccionar al sujeto en cuestión, deliberar y puntuar a cada uno de los nombres.
- No, un seis.
Paloma y Natalia estallaron en carcajadas.
- ¿A quién intentas engañar? —quiso saber Paloma.
- A nadie. Esa es mi puntuación. Inamovible.
- Ya... ¿Tu puntuación real, no la imaginaria, por favor?
La rubia sopesó sus posibilidades durante un par de segundos. No iba a escapar de las garras de sus amigas, de modo que lo más inteligente sería terminar cuanto antes con aquella estupidez.
Está bien. Un siete, y siendo generosa.
Nuevo intercambio de miradas suspicaces.
Vale. Puede que un ocho.
Más miradas escépticas. 
No te lo crees ni tú.
- ¿Un nueve…?
Natalia sonrió imperceptiblemente, oliendo la victoria. Paloma, sin embargo, mantuvo el duelo de miradas, apretando un poco más las tuercas a la rubia
-Y medio - concedió finalmente Matilde. - Nueve y medio. ¿Satisfechas?
- Mucho.
- No sabes cuánto.


****


- ¿Qué hace sola la chica más guapa del mundo?
Matilde bufó, reconocería su voz en cualquier sitio. Se había alejado aposta, necesitaba aclararse y charlar a solas con su conciencia. Algo iba mal.
- ¿Qué haces aquí?
- Te he visto sola y no se, he pensando que podía hacerte bien un poco de compañía.
- ¿Y por qué iba a querer yo tu compañía? Ni si quiera nos caemos bien.
- No digas eso mujer, solo nos tenemos un gran respeto mutuo... Pero me caes simpática. Sobre todo cuando no tienes esa cara de besugo. Esa, justo esa, la que tienes ahora.
- Bonita manera de llamarlo. Como eufemismo queda bien. - interrumpió cortante la rubia, ignorando el insulto – No eres mi persona favorita, ¿vale?. Eres un egoísta que solo piensa en si mismo. En tus problemas y en lo que te rodea. No escuchas a nadie y miras siempre por encima del hombro. ¿Te crees que por ser increíblemente guapo eres mejor persona? Eres tan orgulloso, tan soberbio...
Matilde estaba envalentonada. No iba a sufrir más por ese chico, no, no se lo merecía. Decía que era un egoísta, pero cuando le veía con sus amigos por ahí – porque Matilde jamás le buscaba con la mirada ni estaba pendiente de él, jamás - tenía detalles increíbles. Una cerveza a la que invitar y una cajetilla de tabaco que compartir. Le veía siempre preocupado, decían por ahí que había llevado una vida difícil, pero ahora que lo pensaba no le había visto tratar a nadie con malas formas. ¿Orgulloso? Si, pero quizá no tanto. ¿Soberbio? Eso se lo había inventado... 

Se ponía nerviosa tan solo de tenerlo cerca.
- ¿Y estás segura de que son esas todas las razones por las que me has puesto un nueve y medio?
Mataría a sus amigas. ¿Tan difícil era tener la lista a buen recaudo?

Pepita Pérez


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