No
tenía ganas de salir. Le apetecía quedarse en casa y echar la noche
tirada en el sofá viendo alguna película. Con final feliz, para
llorar. Pero Paloma había insistido y no sabía decirle que no.
Bueno, saber si que sabía, pero le daba apuro. Se había portado muy
bien con ella y si la chica quería salir, quien era ella para
llevarla la contraria.
Y
allí se encontraba ella, con un vestido terrible y unos tacones
insoportables esperando en el coche a un par de amigas de Paloma.
Paloma no conducía mal, pero no era lo mismo. Estaba segura que
reconocería a Javier por su forma de conducir. Por su manera de
sentarse, la espalda semi recta y el asiento no muy cerca del
volante. Por como cogía este, acariciándolo, dando golpecitos al
son del bajo. La música siempre alta. Le gusta poco frenar, tanto
que siempre se tenía que agarrar en las curvas. Decía que reducir
las revoluciones del motor era mejor, y que sabía lo que le pasaba a
su coche tan solo con escucharlo. Si, estaba segura, le reconocería
con los ojos cerrados por su manera de conducir, pero sobre todo por
lo segura y cómoda que se sentía de copiloto.
Pepita
Pérez.
Sólo
quería que te saliese del alma.
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