Cuando
Matilde había pedido en su fuero interno algo que la hiciese
reaccionar y le permitiese dejar atrás su lamentable caos mental, no
se refería a lo que estaba viendo. Se había levantado con energía,
decidida a hablar con Javier para recobrar su paz de espíritu. Si el
no quería escucharla, le obligaría, le ataría a una silla si era
preciso, pero iba a escucharla.
Pero al llegar a la facultad se
había topado con un problema: si quería su captar su atención, iba
a tener que despegar antes su boca de la de esa... chica. Se estaban
besando como si no hubiese mañana al lado de la puerta de la
cafetería, un espectáculo disponible para cualquiera que quisiese o
no quisiese verlo. A juzgar por el vuelco que le dio el estómago,
Matilde se encontraba en el segundo grupo.
- Vaya, qué bien. Qué
agradable ver esto de buena mañana – susurró a su lado su amiga
Natalia.
Matilde intento sonreír, pero notó como su cara se
resistía a obedecerla.
- Vamos a desayunar, anda- dijo apartando
los ojos de los de Paloma, que empezaba a mirarla con cierta
preocupación. Realmente dudaba que fuese capaz de comer nada después
de lo que acababa de ver, pero quería irse de allí cuanto
antes.
Pidieron tres cafés y salieron fuera, a la terraza.
-
¿Quién era esa? No me suena haberla visto por aquí.
- Creo que
estudia económicas. Es amiga de Mateo, este chico que nunca va a
clase y que siempre saca notazas... Le tienes que conocer, seguro. Se
tira el día en la cafetería.
- No me suena, nunca la había
visto.
- ¿Pero como no vas a conocer a Mateo?
- ¡No, no!
¡Decía a la chica! A Mateo claro que lo conozco. La chica no era
fea. Excesivamente delgada pero bonita.
- Creo que se llama
Helena..
- ¿Helena?
- Si, me suena. Con hache además.
-
¿Con hache? ¿Pero qué horterada es esa? Que gusto más raro tiene
este chico. - Paloma levantó las cejas mirando a Natalia,
advirtiéndola. - ¿Has visto como vestía? Y esas botas... Tranquila
Matilde, tu eres más guapa. Y vistes mucho mejor. Solo hace falta
ver..
- ¡Natalia por favor! No creo que Matilde tenga ganas de
escuchar lo que piensas... Cielo, ¿te encuentras bien?
La
pregunta de Paloma la sacó de su dolorosa rutina. Durante toda la
conversación Matilde había tenido los ojos clavados en su taza
vacía y no había escuchado nada de lo que habían hablado. En su
cabeza se estaban repitiendo en un bucle infinito esos diez segundos.
Y con cada repetición, su estómago se hacía un poco más
pequeño.
- Estás pálida.
Levantó la vista, un poco
aturdida. Paloma la estaba taladrando con las pupilas, como si
quisiese leerle el pensamiento y fruncía el ceño.
- Tengo mal el
estómago- dijo siendo totalmente sincera y desviando la mirada.
-
¿Quieres que te acompañe al botiquín? - intervino Natalia.
Matilde
sonrió y negó con la cabeza. Sospechaba que no podrían darle nada
para curar su malestar particular.
- No, no es para tanto. Se me
pasará.
- De eso no estoy tan segura. - murmuró Paloma para sus
adentros. Matilde le lanzó una mirada de enfado que su amiga
ignoró.
Cuando se dirigía con una silenciosa y
pensativa Paloma a la primera clase del día, se
encontraron con Javier y la chica despidiéndose entre
besos y risitas en la entrada.
- ¿Qué tal tu estómago?-
preguntó Paloma en voz baja cuando se sentaron en la segunda
fila.
Matilde se limitó a bufar un insulto ininteligible y a
sacar sus libros. Al menos, la bofetada de realidad le iba a servir
para encarrilar su vida de nuevo y dejar de jugar a la princesa del
drama en sus ratos libres. Con un poco de suerte, lo de su estómago
sería temporal. O eso esperaba.
Pepita Pérez
Nombres...
No hay comentarios:
Publicar un comentario