lunes, 30 de septiembre de 2013

You can't always get you want

Estaba sola en casa, no había peligro. Había estado revolviendo el día anterior entre los viejos discos de su padre, y lo encontró. Trajo el taburete de la cocina, se subió a la mesa del salón y con cuidado bajó el tocadiscos. Cuantas veces había suplicado por él, cuantas veces había obtenido un no por respuesta...
La portada del disco era graciosa, por llamarla de alguna manera. Una tarta poco dulce a modo de vinilo. Matilde coloca el disco con cuidado, y You can't always get what you want resuena a todo volumen en el salón. La música lo inunda todo de repente y en unos segundos la habitación se llena de magia – que voz tiene este hombre -. Matilde cierra los ojos y se deja llevar. Se tira sobre el sofá mientras que se quita las gafas, el pelo le cae por la frente y se produce porfin el ansiado momento: la mente se queda en blanco. Sonríe, mañana será otro día. You can't always get what you want but if you try sometimes well you just might find you get what you need...

Pepita Pérez
Esta grabación debería reproducirse con un volumen elevado.





viernes, 27 de septiembre de 2013

Música

Es gracioso esto de las listas de reproducción. Nunca le había dedicado un espacio a la música en el blog, y no se, la verdad es que me apetecía. Trasteando por el ordenador me encontré con la lista de las canciones que más he escuchado en estos dos últimos años, y bueno, el sentimiento fue de satisfacción y sorpresa. Satisfacción porque, como era de esperar, mis canciones favoritas aparecían en la lista, y sorpresa por el orden y por algún tema completamente inesperado. Que si, que hacer listas es terrible, clasificar cosas y establecer una preferencia suena fatal, pero me encanta... Cada canción tiene su historia, y bueno, me ha costado mucho contenerme y comentar brevemente cada una de las canciones. Ahí va la banda sonora de mi vida...

1. Golden slumbers, de The Beatles (Abbey Road).
¿Se puede tener una canción favorita de un grupo tan prolífico como los Beatles? Se puede, y sin dudar, esta es mi canción. La voz rota de Paul al piano en el primer estribillo logra siempre ponerme los pelos de punta. Dentro del discazo que es Abbey Road – aunque yo sea más de Rubber Soul y los Beatles vayan bajando cada vez más en mi lista de preferencias – Golden Slumbers no llama demasiado la atención. Su tono es intimista y desgarrado, chocando con los bombazos rítmicos marca de la casa. Prólogo de uno de los mejores finales musicales de la historia de la música (Golden slumbers / Carry the weight / The end). Her majesty no cuenta... Sobraba y John Lennon decidió ponerla al final con toda su cara.

2. Como un pez, de Gabinete Caligari (Camino Soria).
Nos solemos meter mucho con el rock español por repetitivo y poco original, y a menudo se nos olvida la existencia de grandes grupos que revolucionaron por completo la música. Que si, que a lo mejor esta oración es exagerada y comparar a Gabinete con Pink Floyd es casi una blasfemia, pero Jaime Urrutia y los suyos tienen un sonido tan particular y auténtico que supusieron toda una innovación en nuestro país. No voy a ser yo quien critique a Gabinete, pero la posición de esta canción en concreto en la lista me ha sorprendido una barbaridad. Que indudablemente es un temazo, con un ritmo genial y una letra sublime, pero me esperaba en estas posiciones otras canciones del disco como SaraváCamino Soria o La fuerza de la costumbre. Os animo a escuchar Camino Soria, de principio a fin, de manera ordenada como buen disco conceptual que es. Es maravilloso los sentimientos que despierta y lo bien que retrata el proceso amor – ruptura. Definitivamente, soy más de Gabinete que de Radio Futura.

3. Lions, de Dire Straits (Dire Straits).
Cuantas veces la habré escuchado... Si, se merece la tercera posición. But the lions are made of stone...

4. Norwegian wood, de The Beatles (Rubber Soul).
Otra gran canción de los Beatles, cargada de recuerdos. Pobre John, durmió en el baño aquella noche. No puedo decir mucho más, la canción habla por si sola. Ojo a la base progresiva y al coqueteo con la música oriental. Yo también toqué fondo, el parqué era de madera barata.

5. In my life, de The Beatles (Rubber Soul).
Me encanta esta canción, tanto que está escrita en mi pared. Oda a los recuerdos que nos acompañaran siempre.

6. Nocturne in C Sharp Minor, op – posth, de Chopin (Complete Editions).
Cuando tu mano derecha contradice a la izquierda, cuando razón y corazón van por distintos caminos.

7. I know it's over, de The Smiths (The Queen is dead).
Duele.

8. Time, de Pink Floyd (Dark side of the moon).
De las mejores canciones de toda la historia, sin duda. Supongo que resultará paradójico – al menos gracioso – decir que una canción del Dark Side merece estar en mi top diez cuando posiblemente Wish you were here sea el mejor disco de la historia. Siempre he tenido una debilidad por esta canción, por esa maravillosa introdución y esa sinfonía de tal intensidad musical. Pero lo que me gusta por encima de todas las cosas es la letra. Ese perder el tiempo y no volver nunca a recuperarlo... Roger Waters jamás estuvo más acertado. Sun is the same in a relative way but you are older...

9. Romeo and Juliet, de Dire Straits (Making Movies).
¿Mi canción favorita está en la novena posición? Ofensa máxima. La primera vez que escuché el disco rojo tendría que tener unos seis o siete años y no me gustó nada, tanto que corrí a mi padre para pedirle que volviera a poner la canción que bailaba la bella durmiente en la película de Disney. El mismo día que me enamoré de Tchaikovsky, Mark Knofpler llegó a mi vida para quedarse. Y vaya si se quedó...

10. When the music it's over, de The Doors (Strange days).
No esperaba que esta canción apareciese en la lista de las más reproducidas. Escuchar a Jim es como montar en una montaña rusa de emociones: subes, bajas y al final termina todo explotando por los aires con gritos de por medio. Un gran tema, desde luego.

11. Down to the waterline, de Dire Straits (Dire Straits).
Me encanta esta canción. Mark nos introduce poco a poco, a través del punteo inicial de la guitarra, en lo que será su sonido más característico. Y no solo en la música, las letra también nos da pistas del contenido del disco. En efecto, en el verso No money in our jackets and our jeans are torn, your hands are cold but your lips are warm se resume todo, o así he pensado siempre. Mark, eras un tío triste. She can still him whisper... Siempre te quedará eso.

12. This must be the place, de Talking Heads (Stop Making Sense)
Hace mucho que no escucho a David Byrne, pero esta canción en concreto me pone de buen humor. Solo puedo compartir su letra, lo dice todo por si sola: I'm just an animal looking for a home / Share the same space for a minute or two / And you love me till my heart stops, love me till i'm dead..

13. Disorder, de Joy Division (Unknown pleasures).
Para mi si que es un placer desconocido escuchar a Ian Curtis.

14. Aquellas pequeñas cosas, de Joan Manuel Serrat (24 páginas inolvidables).
Me pone tan triste...

15. Neirborhood #1 (Tunnels), de Arcade Fire (Funeral).
Tengo muchas reticencias por la música actual, nada me convence... Pero este disco es completamente genial. Extraño y atípico. La particular voz de Win Butler y el acompañamiento de Regine Chassagne hace que nada en AF sea burdo o descuidado. Funeral es una elegía a la muerte con progresiones, violines, estallidos finalesy arcodeones. Un todo final de gran belleza dramática, de euforia melancólica y un ve aún más rápido hasta que todos disfrutemos de esta dulce muerte.

16. Darkness, de The police (Gosht in the machine).
No puedo definir con palabras las sensaciones que me produce esta canción. Que si, que a lo mejor peca de repetitiva, pero la atmósfera que recrea es mágica. Stewart Coppeland es el alma de Police, y que alguien se atreva a llevarme la contraria. Me gusta The police por la claridad con la que suenan los tres instrumentos sin llegar a estar empastados en ningún momento. Sus líneas son diferentes, pero se amoldan a la perfección en un sonido único, que ni llega a ser rock, ni punk ni reggae.

17. Shine on your crazy diamond, de Pink Floyd (Wish You Were Here).
Ayer escuchamos mi padre y yo un directo de la gira Wish you were, y siendo sinceros, no había por donde pillarlo. Siempre nos quedará la versión de estudio... ¿Y tú que prefieres? ¿Led Zeppelin o Pink Floyd?

18. Every breath you take, de The police (Synchronicity).
Pues eso..

19. Sweet Virgnia, de The Rolling Stones (Exile on Main Street).
Que bonita suena la armónica de Jagger acompañando a la guitarra de Richards. Creo que es de la canción de la que más pronto me he enamorado, porque si, lo reconozco, ha sido un auténtico flechazo.

20. Love over gold, de Dire Straits (Love over gold).
No quisiera meterme mucho con Mark porque le debo una entrada solo para él en el blog. ¿Qué puedo decir del hombre que ha compuesto la banda sonora de mi vida? Que si, mucho Beatles, mucho Police y mucho Jim Morrison pero Mark es mi hombre. ¿Que por que me gusta? Buena pregunta... Porque me lo creo, porque me llega. Porque era un tío triste y entre los tristes nos entendemos bien. Porque su guitarra suena mejor que casi la del cualquier otro, por muy virtuoso que sea. Mark me ha acompañado en todos y cada uno de los momentos de mi vida, y siempre ha sabido reflejar como me siento. Love over gold además es especial. Su publicación supuso casi un suicidio comercial, pues su sonido no tiene nada que ver con el de los primeros discos. Sus canciones son largas e instrumentales y de una calidad excelente, incorporandose un piano eléctrico y un xilofonista – maravilloso el final de la canción que da nombre al disco - . La guitarra de Knopler jamás ha sonado más romántica, aunque si más meláncolica y dolorosa.

21. Rey o vasallo, de Gabinete Caligari (Al calor del amor en un bar).
La soberbia vino detrás fue parte del disfraz y el orgullo creció con la edad...

22. Wild west end, de Dire Straits (Dire Straits).
Mi canción favorita del primer disco de los Dire Straits. Excuse me for talking...

23. Invisible sun, de The police (Gohst in the machine).
Al principio no me gustaban los Police. Su batería me parecía cargante y el ritmo odioso y repetitivo. Como cambian las cosas, de mis canciones preferidas...

24. Thunder road, de Bruce Springsteen (Born to run).
La versión de estudio está bien, pero si queréis escuchar esta joya es mejor que os vayáis a un conjunto de directos: Live in concert 1975 – 1985. Ya le dediqué una entrada, no puedo añadir mucho más. Mi segunda canción favorita de toda la vida. Quien fuera Mary...

25. Tunnel of love, de Dire Straits (Making Movies).
- Qué bonita canción. - ¿Conoces a los Dire Straits?

26. Something, de Beatles (Abbey Road).
George, eres un genio.

27. Behind blue eyes, de The Who (Who's next).
No queriendo despreciar al omnipresente Sting, John Entwistle me parece una auténtica locura. El bajo se convierte en los Who en el instrumento principal y esta canción da fe de ello. La guitarra de Pete Townshend no se queda atrás, siendo el resultado maravilloso.

28. When you' re smiling (the whole world smile with you), de Louis Amstrong.
Sonríe.

29. Vértigo, de Ismael Serrano.
Lo reconozco, me encanta Ismael Serrano. Reiros, llamadme patética si quereis, pero sus canciones son maravillosas. Que si, que es un moñas y casi todas sus canciones son de amor o de reivindicación política, pero me tiene completamente enamorada. Momentos de debilidad tenemos todos...

30. Blue Sunday, de The Doors (Morrison Hotel).
Otra debilidad más, y esta de las grandes. Que bueno eres Jim Morrison. Cuanto la quisiste...

Pepita Pérez
Do I have to tell the story a thousand rainy days since we first met, it's a big enough umbrella but it's always me that ends up getting wet.




domingo, 22 de septiembre de 2013

Me basta así.

- ¿Vas a decirme qué te pasa?
- ¿Por qué me tiene que pasar algo?
- Ah no sé... ¿Quizá porque llevas media hora dando vueltas a la pajita sin pronunciar palabra?
Matilde bufó. Llevaba un día asqueroso y lo que menos le apetecía ahora era discutir con su amiga.
- ¿Te molesta el silencio?
- Pues oye, si quedamos para tomar algo es para charlar, ¿no?
Matilde giró los ojos y, desesperada, se apoyó en la mesa del bar. Encendió un cigarro.
- Ángel me ha engañado.
- ¿Qué te ha engañado quién? - preguntó sorprendida Paloma - ¿Ángel? ¿Ángel de Quevedo, el del cole? ¡Pero si llevas 5 años sin hablar con él!
- González. Ángel González.
- ¿Y ese es...?
- ¡Joder Paloma! ¿Tu me prestas alguna vez atención cuando te hablo?
- Pues la misma que me prestas tú a mi, que te digo que hagas una cosa y haces justo la contraria. Porque creo, y solo creo - matizó ironicamente - que hoy la has cagado estrepitosamente...
Genial. ¿No quieres lentejas? Pues toma, dos platos.
- ¡Es que desde dentro se ven las cosas de distinta manera! - se justificó - ¡No me lo recuerdes!
- Desde fuera se ven mejor, lista, porque precisamente es... ¡Da igual! ¡No cambies de tema, que te conozco! ¿Quién es ese Ángel?
- ¿Y tu dices ser mi mejor amiga?
Había insolencia en su voz. Paloma se recostó en la silla y suspiró.
- ¿Me lo vas a decir o no? ¿Qué te ha hecho Ángel el misterioso?
- Ángel el misterioso no, Ángel González. ¿No te suena si quiera?
- No tengo el placer.
- ¿Fuiste al mismo colegio que yo, en serio? ¿Por qué yo he salido tan lista y tú tan...?
- ¡Matilde!
- Era broma, joder, que no pillas ni una...
- Como tú tienes tanto sentido del humor... - Se incorporó para coger la cajetilla de tabaco mientras que fruncía el ceño. Volvió a atacar- ¿Me lo vas a contar?
- Si insistes... Aunque deberías saberlo.
- Vete a la mierda. Ya no quiero saber quien es ese tal Ángel, no me interesa.
Paloma se movió en el asiento, incómoda. Conocía a Matilde desde siempre, y nunca había sido tan hermética como ahora. Había que obligarla a hablar, a que soltase todo lo que preocupaba.
- Ángel González es mi poeta favorito, y como te he dicho, me ha engañado.
- ¿Qué? - la cara de Paloma si que era un poema... - ¿Me estás diciendo que un poeta te ha engañado? ¿Estás tonta? No te has bebido ni la mitad de la copa, no se te ha podido subir tan pronto a la cabeza.
- Te lo estoy diciendo super en serio, créeme...
Paloma la miraba atónita, con los ojos muy abiertos, no sabiendo muy bien si echarse a reír o a llorar.
- ¿Y se puede saber cómo te ha engañado Ángel el Misterioso? ¿Te ha puesto los cuernos? ¿Ha dedicado un poema a otra? ¿Te has puesto celosa?
- ¿Te has replanteado que a lo mejor la que no tiene sentido del humor eres tú?
Paloma suspiró y contó internamente diez. Encendió el cigarro, dio una gran calada y desesperada volvió a la carga. Cuando Matilde se ponía insoportable no había manera...
- ¿Me lo vas a contar o no?
- ¿Vas a estar calladita?
- Dependiendo del grado de tonterías que digas..
Odiaba cuando Matilde hacía ese gesto. Si achicaba los ojos y ponía su sonrisa más falsa es que estaba muy muy molesta.
- Ángel me dijo que me querría siempre, y me ha engañado.
- ¿Pero como se te va a declarar un poeta muerto ya?
- ¡Que no, Paloma, que no! Que Ángel aquí no tiene nada que ver.
- ¿Entonces?
- Este hombre tiene un poema que me encanta y que te he recitado miles de veces, aunque ya veo que no me prestas atención cuando te hablo...
- ¡Matilde!
- ¡Es la verdad! Si me escuchases siempre no me tendría que poner así, pero claro, es más fácil estar a otras cosas...
- ¿Y qué dice el poema?
- ¿Ves como no me dejas terminar siquiera la frase? - Paloma la miró con reprobación - ¿Quieres que te lo recite?
- ¿Vas a volver a ser una persona normal? - intercambiaron las miradas y se echaron a reír. Sus enfados eran más o menos fingidos. - Venga, te escucho.
- Venga, voy allá... “Si yo fuese Dios y tuviese el secreto haría un ser exacto a tí...” ¡Es que es muy largo!
- ¿Pero quieres empezar ya?
- Te digo solo el final, ¿vale?
- Tu dime lo que quieras, pero comienza de una vez.
- Vale. Ahora si que si.
Matilde se aclaró la voz, apagó el cigarro en el cenicero.
- “Ya no sé si me explico, pero quiero aclarar que si yo fuese Dios, haría lo posible por ser Ángel González para quererte tal como te quiero, para aguardar con calma a que te crees tú misma cada día, a que sorprendas todas las mañanas la luz recién nacida con tu propia luz, y corras la cortina impalpable que separa el sueño de la vida, resucitándome con tu palabra. Lázaro alegre, yo, mojado todavía de sombras y pereza,sorprendido y absorto en la contemplación de todo aquello que, en unión de mí mismo, recuperas y salvas, mueves, dejas abandonado cuando -luego- callas... Escucho tu silencio. Oigo constelaciones: existes. Creo en ti. Eres...
- Me basta. - concluyó Paloma.
- No.
- ¿No?
- Es que no le basta... ¿Ves como me ha mentido?

Pepita Pérez.
Siempre la misma y siempre diferente.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Escenas sueltas.

- No sabes como te miraba Javier el otro día...
Matilde se apoyó sobre la mesa de la cafetería con cansancio.
- Imposible. Me desprecia, me odia. Ya os lo conté... Hay tanto resentimiento en su voz que... Yo que se, da igual. No quiero hablar de ello.
- Llevas días diciendo eso. Si de verdad no te importase lo que pensase o hiciese, lo dejarías pasar y ya está.
- ¡Es que no me lo dejáis de recordar!- exclamó la rubia.
- ¿Qué no te dejamos de recordar? - Natalia se sentó en la mesa trayendo tres cervezas de la barra.
- Matilde, que se muere por irle a dar explicaciones a Javier...- respondió Paloma. Iban a hablar del tema, quisiese la rubia o no - Por algún extraño motivo - añadió en tono irónico
- Sabes que normalmente estoy de acuerdo contigo en este tema. Y es más, sabes que pienso que hiciste bien al irte... Pero si estás tan pesadita con el tema será porque algo quieres decirle, y cuando lo hagas todas seremos más felices - concluyó Natalia.
- No estoy pesadita. - había rencor en sus palabras.
- Eso se supone que lo tenemos que decidir nosotras, que somos las que te sufrimos. Tampoco estaría mal que reflexionases sobre la cantidad de tiempo que te pasas pensando en él...
- Está bien, hablaré con él, aunque no se cuando. Ahora voy a echar un piti, cuando vuelva quiero que hayais cambiado de tema de conversación. - murmuró sin molestarse en disimular su irritación.
Cerró la puerta de la cafetería con un portazo, pero pudo oír a Paloma decir: "Será mejor que esperemos sentadas". Tras un gruñido ahogado de frustración, se apoyó en la pared y cerró los ojos, esforzándose por pensar con claridad.
Su amiga tenía razón, llevaba una cantidad inconfesable de tiempo dándole vueltas a toda esta situación. No sólo la discusión por teléfono, sino a todo lo que había pasado en el último mes. Ese zumbido constante no le dejaba dormir y la llenaba de sentimientos de autocompasión y duda, pero sobretodo de unas ganas irrefrenables de hablar con él e intentar arreglar las cosas. Lo cual, en su opinión, rayaba lo patético. Ya había suplicado demasiado.
Suspiró, se incorporó y encendió el cigarro. Con un poco de suerte la nicotina conseguiría despejarle un poco la cabeza.
¿De qué serviría darle explicaciones? Puede que si él la escuchaba ella se sintiese mejor, pero eso no solucionaba el hecho de que tenía sentimientos hondos y profundos por él. Estaba claro que le quería, pero eso no significaba que tuviese que hacer nada al respecto ¿no? Ya lo había intentado muchas veces, y la respuesta era siempre la misma. No eran compatibles y lo más probable es que juntos no funcionasen y todo acabase mal, entre lloros y resentimientos. Ahora no estaban bien, eso era verdad, pero las cosas podían ponerse incluso peor. Puede que lo mejor fuese dejar las cosas como estaban, dejar que la herida cicatrizar... y algún día dejaría de doler.
Pero la idea de que estuviese enfadado y dolido con ella parecía lejos de dejar de importarle. Quería que la entendiese y, lo que era más vergonzoso, quería que Javier volviera a sonreír y a decirle tonterías. Pero desde aquella noche, cuando vio en esos ojos verdes que le volvían loca tanto sufrimiento, desdén y asco decidió que no podía seguir así. No servía de nada...
Le adoraba, estaba segura, pero tenía un límite de humillación. Y desgraciadamente lo había alcanzado. Se olvidaría de él, y no pensaba pestañear si se echaba a los brazos de cualquiera que no fuera ella. Aunque se estuviese muriendo de rabia por dentro.

Se llevó las manos a la cara, perdiendo la paciencia consigo misma y con ganas de pegarse. No podía seguir en ese estado de ensimismamiento general. Él no quería saber nada de ella, solo había que asumirlo. 

Pepita Pérez
Mad world...

jueves, 19 de septiembre de 2013

Juan Luis Panero.

Ayer o ante ayer murió Juan Luis Panero, poeta. Hijo de poeta, nieto de poeta, y hermano de uno de mis poetas favoritos, Leopoldo María Panero. Esquizofrénico, bisexual, existencialista y maldito, malditisimo - aunque esa palabra no exista -. Sus entrevistas son un jarra de agua fría y su lucidez apabullante.

- ¿Es posible la poesía sin locura?
- La mía, no.
- ¿Y la vida?
- Sin la salsa de la locura, todo es insípido.
- ¿Que reivindica entonces contra la vida?
- Que no se puede vivir.


Leopoldo María Panero no habla, cita. Susurra palabras terroríficas que generan nudos en el estómago, que retuercen e impresionan.


Yo de pequeño, como Einstein, era autista: creía, como Freud, que todo los hombres eran marionetas, y que, como Jesucristo, todos los hombres habían sido hechos para mi mal”


Desgraciadamente, para el imaginario popular la poesía maldita se relaciona con un estilo de vida decadente y la ingesta frecuente de drogas y alcohol. Pero la verdad es que la poesía maldita va más allá de un estilo de vida liberal – por llamarlo de alguna manera - , es la antesala y el mayor condicionante del movimiento simbolista, fuertemente vinculado con el Modernismo de Darío.

Incomprendidos, herméticos y autodestructivos, los poetas malditos incorporan el mal como 
una constante del hombre. El poeta se entrega a los más bajos vicios, superando un oscuro romanticismo para perderse en la infinitud de la modernidad. Prefieren el verso libre, la fealdad estética en la que ellos encuentran la belleza y la perfección formal. El artista se inmola como víctima de un destino que no eligió, asumen su designio divino de un Dios todopoderoso que les condena para después reírse de ello.

Le comentó, sin autocompasión y sin desprecio,
secamente, con voz entrecortada:
«Al final pienso que no sé nada.
No tengo nada que decir, nada».
Si después de tan alto ejemplo, de tan clara sentencia,
aún sigo escribiendo, arañando palabras en el humo,
no es, que la muerte me libre,
por bastardo interés o absurda vanidad,
sino tan sólo por una simple razón,
porque no conozco otro medio, a excepción del suicidio,
-innecesario es un poema como un cadáver-
para dar testimonio de nada a nadie,
del mundo que contemplo, de esta vida,
de su horror gastado y cotidiano.

De
 joven, Leopoldo se siente fascinado por la izquierda radical. Su militancia antifranquista constituirá el primero de sus grandes desastres y le valdrá su primera estancia en prisión. Su formación es humanista, estudia Filosofía y Letras en Madrid y Filología Francesa en Barcelona. De aquellos años datan también sus primeras experiencias con las drogas: desde el alcohol hasta la heroína, a la que dedicaría una impresionante colección de poemas.En los años 70 es ingresado por primera vez en un psiquiátrico. Las repetidas reclusiones no le impiden desarrollar una copiosa producción no sólo como poeta, sino también como traductor, ensayista e incluso narrador. A finales de la década de los 80, cuando por fin su obra alcanza el aplauso de la crítica entendida, se decide a ingresarse permanentemente en el psiquiátrico de Mondragón. Casi diez años después se establece, por propia voluntad, en la Unidad Psiquiátrica de Las Palmas de Gran Canaria, donde todavía vive. 

Su poesía es sincera y autobiográfica: “Como en la novela de Georges Bataille “Ma mere”, hay en mi vida una translocación de los valores. El padre es alcohólico, bestial, fascista y putañero: pero cuando se muere, aparece la madre que hace daño en silencio” para más tarde añadir que “sobre su tumba - que no existe, pues quiso que la incineraran – si existiera pongan: «Aquí yace la asesina de su hijo»” Su estilo, descarnado y profundo. Para el no hay tabús, su lenguaje explora todos los niveles de la vida.


Panero ha muerto tres veces y ha vuelto a la vida otras tantas. Su escritura está marcada por esa frivolidad adolescente que mezcla la tinta con sangre. Presenta la muerte atractiva y revitalizadora, pero no para él.


Se diría que has muerto y eres alguien por fin.


El poeta renace de la angustia y del placer sexual, siendo constante para él el sentimiento autodestructivo y el dolor. Este tipo de sentimientos le ayudan a enaltecerse, en busca de un alejamiento y una fuga continua.


Años y años, voluntarios exilios de seres y países,
los hijos que no quise tener, los que tú sí tuviste,
el temblor del deseo que aún guardas en tu piel,
mi repetido navegar de cama en cama,
se reúnen y afirman su destino
frente a la ceremonia del amanecer.
Y todo lo sabemos y está escrito en tus ojos,
sin embargo hoy, este día con sol, -tan raro en Bogotá-
de finales de julio, de algún año cualquiera,
te propongo mi amor, sé que tú aceptarás,
con palabras usadas, te propongo mentirnos.
Pasada ya la noche, quietos frente al espejo,
mientras yo me afeito y tú pintas tus labios,
te propongo mi amor, decir que nos queremos.
Decir -y son tan sólo ejemplos- «hoy existe la vida por nosotros»
o «tú no te morirás nunca»
o, tal vez, «aún hay noches y noches que esperan
nuestros brazos, ese especial calor de dormir abrazados».
Olvidando, tratando de olvidar nuestro pasado,
ignorando el futuro, sin duda inalcanzable,
con palabras gastadas, decir y repetir
-es otro ejemplo- «gracias mi amor por haber existido».
Al menos por un rato -a nadie molestamos-
con palabras usadas mentirnos y mentirnos,
mentirnos contra el tiempo, despreciar su victoria.

Sus poemas invitan al nihilismo del que agradecemos su incoherencia interna. Sus primeras obras contradicen sus últimos versos, en las que eleva el tono hasta la moralidad bíblica y metafísica, emparentandolo con la poesía arraigada de su padre. La locura le salva y acribilla.
 Es un terrible mal pero, al mismo tiempo, la mayor libertad que puede poseerle. 


Produce cierta melancolía,
una tristeza decadente -literaria sin duda-
como algunas canciones de entreguerras
o páginas perdidas de Drieu La Rochelle,
ver a un hombre solo, apartado y distante,
en la barra de un bar con decorado internacional.
En esa imprecisa edad, tan imprecisa como la luz del ambiente,
en que ya no es joven ni viejo todavía
pero lleva en sus ojos marcada su derrota
cuando con estudiado gesto enciende un cigarrillo.
Las muchas canas y las muchas camas,
un indudable estómago que la camisa inglesa apenas disimula,
el temblor, no demasiado visible, de su mano en un vaso,
son parte del naufragio, resaca de la vida.
Un hombre que espera ¿quién sabe qué?
y aspirando el humo, mira con declarada indiferencia
las botellas enfrente, los rostros que un espejo refleja,
todo con la especial irrealidad de una fotografía.
y es aún, algo más triste, un hondo suspiro reprimido,
ver al fondo del vaso -caleidoscopio mágico-
que ese hombre eres tú irremediablemente.
No queda entonces sino una sonrisa: escéptica y lejana,
-aprendida muy pronto y útil años después-
de un largo trago acabar la bebida,
pagar la cuenta mientras pides un taxi
y decirte adiós con palabras banales.


La locura se equipara al acto poético. Escribir es enloquecer, pues toda escritura está condenada al silencio.


Y te reíste de mí, como mi madre
al ver que yo había nacido de ella. Tan inmenso
era el frío en las ciudades
que algunos sabían que no era locura
ni es, creer que caerán sobre mí…Será mi alma
buen alimento para perros?”
Y contestaste: “no esperes que
ella sirva para otra cosa: fue creada
y pensada lo mismo que tu cuerpo y tus huesos
 para la nutrición de los perros - lo mismo que tu palabra.


Su demencia real o su realidad demencial le corroe y sirve de fetiche para conceptualizar el culto debido a su propio destino. Destino que insistió en perfilar y dirigir y que le ofreció la oportunidad de asumir la locura como una marginación eterna. 


Narciso era mi nombre, y he muerto.
Era un adolescente hermoso, y he muerto.
Y aquí no hay mujeres, sólo vino,
eternidad y alcohol, para que la vida sufra
y el ángel solloze en su caída.


Leopoldo María Panero invitó al fanatismo y supo inscribirse muy pronto en un plano mítico y legendario.

Tú seguirás, eternamente sola y desolada,
girando entre las ruinas, evocando otras voces,
sonriendo a fantasmas con tímida esperanza,
en helados balcones abrazada a tus brazos.
Verás borrar la noche, su temblor inconstante
y otra luz, turbia luz, iluminar tu reino.
Su terquedad cruel descubrirá las ruinas
y la verdad del tiempo detrás de tus pupilas.
Pero tú seguirás sin detenerte nunca,
fantasma ya tú misma en el gris de la sombra,
altiva la cabeza sobre el cuello intocable,
girando para siempre, bailando para siempre,
frente a la sucia realidad de la muerte,
frente a la torpe mezquindad de los hechos.
Tú seguirás, extraño ser, extraño amor,
danzando sola, escuchando impasible
ese vals de derrota, extraña magia,
ese vals de derrota, tu más cierta victoria.


Y mi poema favorito...


Olor de solitario y soledad, cama deshecha,
cegados ceniceros en esta tarde de domingo,
helado soplo de noviembre en el cristal
y un vaso medio lleno de cansancio.
Te escribo por hacer algo más inútil aún
que pensar en silencio o imaginar tu voz,
o escuchar una música herida de recuerdos,
o pedir al teléfono un absurdo milagro.
«Este es el corrido del caballo blanco
que en un día domingo feliz arrancara.»
Este es el corrido pero nadie canta
y un muerto con mi nombre, vestido con mis trajes,
me saluda y observa por los cuartos vacíos,
me mira en la distancia como si fuera un niño
y acaricia en sus dedos un rastro de ternura.
Sobre su frente inmóvil va cayendo tu nombre
y humedece sus labios una lluvia perdida.
Olor de soledad y humo de aniversario
mientras busco, dolorosamente trato de recordar,
tus dos ojos insomnes con su vaho de mendigo,
devorando su luz, ahogando su locura.
Tus dos ojos como picos de presa que se clavan
y rasgan y desgarran la piel de nuestro amor.
Soplo de embriagado recuerdo, agria melancolía
rescoldo que tu lengua aún enciende
en estas horas de strip-tease solitario
en que celebro en tu derrota todas las derrotas.
Un año después y tu pelo, tu largo pelo
ardiendo desbocado entre mis manos,
clavado para siempre en esta almohada,
recorriendo esta casa, sus rincones y puertas,
como un viento insaciable que buscase su fin.
Un año después de ya no verte,
definitivamente talando en tu memoria,
qué real sigues siendo, qué difícil herirte.
La sosegada certidumbre de esta mesa en que escribo
puede tener la pasión estremecida de tu piel
y la ropa que el sillón desordena
puede ahora ocultar el temblor de tus pechos.
Sobre tu sexo abierto y tus muslos de arena,
sobre tus manos ciegas que persiguen la noche,
qué triste es el cuchillo, qué aciaga su hoja.
Un muerto con mi nombre y mis uñas mordidas,
un cadáver grotesco, me dicta estas palabras,
me señala en los cuadros, en la pared manchada,
el destino de hoy, de este día cualquiera,
al borde de mi vida, al borde del invierno,
al borde de otro año que empieza con tu ausencia,
al borde de mis ojos y tu voz que ahora escucho.
Un año después de ya no verte,
mientras te escribo, odiando hasta la tinta,
en esta tarde de noviembre, olor de solitario y soledad,
helado soplo en el cristal vacío. Un muerto.


Pepita Pérez.

Pues eso, un muerto (en femenino). 

martes, 17 de septiembre de 2013

Hoy...

He tenido un día terrible. Hace algún tiempo me prometí que no volvería a escribir nada personal, al fin y al cabo mi blog surgió para comentar películas y poemas, pero siendo sincera llevo más de un mes sin coger un libro. Los pinceles de vez en cuando, el cine casi a diario, pero la lectura me resulta ahora imposible.
Mientras que mi abuela intentaba subirme el autoestima con una camiseta que ponía “La vida es chula” con un corazón enorme y mi madre hacia lo propio con un poster patético que decía I Love Me, mi padre se presentó en casa con Hijos de la ira, de Dámaso Alonso. “Por lo que veo, el existencialismo es lo que se lleva” me dijo bajito. El libro no está mal, pero resulta sumamente aburrido. Entiendo que estés preocupado por el hombre Dámaso, ¿pero era necesario mentar a Dios en cada línea? Como siempre, tiro para casa, y afirmo con rotundidad que lo mejor de ese libro, lo que recodaré toda mi vida será la dedicatoria de mi padre: “Lucha por lo que quieres, todos tus errores se pueden enmendar. Que tu madre no pueda contigo. Te quiere, papá”. Como me engañaste, ¿eh papá? De la manera más vil y traicionera...
Decía varias líneas más arriba que el blog iba a tomar nuevas direcciones. Se acabaron los diálogos estúpidos y las esperanazas, que volvería al formato inicial que tenía previsto. Pero no se puede negar lo que se lleva dentro, y aunque casi todos los personajes sean inventados y las situaciones fruto de mi imaginación, Matilde tiene mucho de mi misma.
Hace poco bromeaba con un amigo y le decía que había decidido entregarme al mundo de la mediocridad - no leer, no pensar, no ver películas – e irónico como siempre me preguntó si había decidido vivir. Mi respuesta fue negativa, le dije que mi decisión era malvivir, a lo que me contestó – pretencioso como nunca – si me había cansado de la disidencia mainstream. Yo no lo hubiera llamado así, pero si reconozco que me he cansado. De luchar contra ti mismo por ti – aunque suene contradictorio -, de luchar contra los cuatro elementos por mi.
Y ahora mismo, cuando escribo esto son las seis y media de la tarde y estoy tirada en un banco de Moncloa, después de vagar desde las tres y pico por el centro. Mi letra ya es fea, torcida y desigual, el banco no es que sea especialmente cómodo pero inexplicablemente aquí me siento bien. El nueve de abril se ve a lo lejos, y si giro un poco la cabeza veo la valla pintada de amarillo. No dejo de fumar, el disfraz de chica dura hace ya tiempo que se ha caído.
Y te sorprendes pensando en la noche anterior, en lo patético de tu comportamiento eligiendo el vestido que te ibas a poner. El sujetador con relleno - que no se note que te estás quedando sin él -, el vestido anchito para que disimule esa delgadez que tu madre se esfuerza en repetirte todos los días, tu mejor sonrisa, la indiferencia pintada en la cara, un lazo en el pelo que haga ver que aún tienes ganas de arreglarte y dos kilos de antiojeras y colorete. Metes en el bolso los zapatos marrones - que no se diga que no pisas fuerte y que vas a por todas - y colocas en tu mano izquierda ese anillo del que hace dos meses no te separas. Pero pisas la facultad y todo se viene abajo. Las gafas de sol, rápido, que no se vean las lágrimas. El anillo al bolso, los tacones ni los sacas, y con la primera excusa que se te pasa por la cabeza huyes a ese banco de la Avenida de Europa en el que durante el primer año de carrera – ese día nevaba y no llevabas botas de agua – decidiste que Thunder Road era la canción más triste del mundo. Ese día teníamos economía con Julio Arguelles y llegaste una hora tarde. Yo quería jugar contigo, pero te fuiste temeroso de que te cortasen el tráfico y no pudieras llegar a tu casa. Ha pasado ya mucho de aquello.
No te han cogido en el máster que querías - ¿lo querías de verdad o solo te autoconvenciste para hacer que te gustase? - y te das cuenta de que no tienes futuro. Que vas a pasar un año aquí, con más ganas de huir que nunca, perdiendo el tiempo.
Tu madre retumba a lo lejos - *¡Qué no me chilles que me duele la cabeza! *¡Pero cómo no quieres que te chille si me desesperas! Con esa actitud de melindre que tienes, llorar, llorar y consumirte... ¿También lloras cuando estás en la calle? * No, solo lloro cuando llego a casa y te veo. - y bofetada va y bofetada viene. Con tu abuela te callas, porque no quieres que se preocupe; y tu padre no dice nada. Solo las suelta como quien no quiere la cosa dispuesto a hacer daño.
Y sigues adelante como sea, tirando de un orgullo y una dignidad inexistente. Frustrada con tus continuas faltas de respeto que creo que no merezco – puedo jurar que nunca he querido hacerte daño – , deseando que vengas a rescatarme, como te pedí. Llorando, callando, sin hablar de esto con nadie. Pasando el verano con tus amigas y sus flamantes novios, muriéndote de envidia - * ¿Vamos a tomar algo? * Estoy ahora con Sergio, que me ha acompañado a pasar la ITV, si quieres luego nos tomamos algo los tres. // * ¿Qué haces mañana? * Pues he quedado con Pepito, ¿nos vemos pasado? - preguntándote por qué narices te habrás puesto esa camiseta y no viniste a buscarme. Te he visto guapísimo.
Seguiré mirando por la ventana, volviendo regularmente a Moncloa y acordandome de ti a cada instante. Y cuando el dolor se pase, lo diré con orgullo: te quise más que a mi vida.
Mañana escribiré sobre el modernismo y Rubén Darío, lo prometo.

***

Serían las ocho y pico y acababa de llegar a casa. Matilde cogió al perro y bajaron a la calle. Se sentó en las escaleras, no tenía ganas de nada. Los chicos de la tienda de mensajería jugaban con el chucho, ella seguía fumando.
- ¿Y esa cara Matilde? - preguntó una de las recepcionistas.
- Estoy cansada – contestó dándose la vuelta - solo quiero llegar y tirarme en el sofá... Pero la perra no hace pis, y como no he estado en casa lleva sin salir desde las dos que la ha sacado mi hermana...
- La hemos visto, si, con la otra Ana.
- Os enteráis de todo, ¿eh?
- Pues si, ya sabes, no hay mucho más que hacer. A ti también te hemos visto esta mañana cuando te has ido. Con el lazito, los tacones y el bolso, así, así – dijo mientras la imitaba. La mano tonta, el bolso colgando, la cabeza muy alta y el gesto serio. - Nada que ver con ahora, que mira la carita que me traes...
Su disfraz de esta mañana, si, le sonaba.
- Estoy cansada, solo es eso... – se excusó.
- A la cama entonces...
- A la cama no sé, pero al sofá... Venga gorda – dijo refiriendose al perro – a casa. Suficiente día por hoy.


Mi canción favorita, con mucha ironía. Para ti, mamá.


Y esta porque sí.

Marina Sánchez.

Queen Of The Highway.




viernes, 13 de septiembre de 2013

¿Por qué se caen las manzanas?

- Déjame el papel, que lo lea otra vez.
Era un ejercicio pensado para alumnos de primero de la E.S.O. No podía ser tan difícil.
- Planteamiento del problema y análisis de datos – decía en enunciado. - Vale, ya lo tengo. Escribe Ana. La manzana está en la rama y por fuerzas tan diversas como...
- ¿Y desde cuando yo uso la palabra diversas?
- Bueno, diversas, varias. ¿Qué más da? Apunta, la manzana está en el árbol...
Llevaban ya media hora dándole vueltas a la ley de Newton y el problema parecía no tener solución. Fuerzas, masas, caídas, era de locos. De primero de la E.S.O, pero de locos.
- La manzana está en el árbol... – recitaba su hermana pequeña mientras que copiaba.
- ¿Y por qué se cae la manzana?
- Por el peso o por el viento.
- ¡Pero que no me contestes! - chilló levantando el tono. - Tú solo escribe.
- ¡Es que el ejercicio lo tengo que hacer yo!
- Vale, ¿y cuál es según tú el panteamiento del problema? Porque llevamos un buen rato y no te he visto decir todavía nada inteligente. ¿Qué pasa con la manzana que está en el árbol? ¿Se cae, la tiran o qué? 
- Mira el ejercicio anterior. Solo hay que cambiar las palabras y repetir la estructura...
Era sorprendente. Ana, su hermana pequeña, tenía más aplomo que ella misma. Era más lista, más guapa, más alta, más brillante, más social, más simpática, sacaba mejores notas y tendría seguramente mejor futuro que ella, o eso decía su madre. Pero a repelente no la ganaba nadie. 
- Cuando se aplica una fuerza la goma se alarga – dijo Matilde leyendo la solución del ejercicio previo y olvidando lo maravillosa que era su hermana. - Pues ya está. La manzana está en el árbol y por su peso se cae.
- Que no Mati, lo que hay que decir es el por qué. Que haces tú para que se caiga la manzana.
- ¡Pero es que tú no haces nada para que se caiga la manzana! Se cae por su propio peso.
- Eres tu quien estiras de la goma, tu haces fuerza... – la contradijo su hermana, visiblemente desesperada y recuperando el ejemplo anterior. 
- ¡Que no, que eso es en la hipótesis o suposición de la causa! El análisis de los datos es simplemente que la manzana está en el árbol. Porque crece allí, vamos... ¿no? - dijo la rubia dudando.
- Que no Mati, que no...
- Que si Ana, que si. Que soy la mayor y tengo la razón - su hermana levantó las cejas. - Primera pregunta. Planteamiento del problema y análisis de los datos... por Dios, ¿cual va a ser el análisis de los datos? La manzana está en el árbol y se cae. Segundo punto. Hipótesis o suposición de la causa del fenómeno. La manzana se va a caer al suelo por dos hipótesis. Primera opción: el viento, que mueve la manzana y la tira. Segunda: su propio peso. ¿Y qué son ambos tipos? Fuerza. La fuerza del viento o la fuerza del peso. Tercera pregunta. Comprobación experimental de la hipótesis... Cojo el boli y lo tiro. Y se cae. ¿Por qué? Como pesa se siente atraído por el centro de la tierra. Y último punto, formulación de la ley. Todo lo que pesa cae. Pero porque ejerce una fuerza y todo lo que no se pueda sujetar...
- Dame el boli, me lo vas a despuntar.
- Espera. Y no molestes a los genios, estoy en pleno proceso científico.
- Que tonta que eres, genio. - dijo con rentintín - Dame el boli, toma el lápiz pero dame el boli. Lo necesito para escribir...
Matilde cambio el bolígrafo a su hermana y siguió tirando el objeto a la mesa. El boli se caía porque pesaba, no había otra.
- Alcánzame la tablet.
- ¿Para?
- Voy a buscar que es exactamente la ley de la gravedad.
- ¡Pero si eso te lo puedo explicar yo! - Matilde tenía su orgullo. Una niña de 12 años no iba a ser más que ella. Mucho menos una tablet.
- ¿Y a qué esperas? Llevas cinco minutos tirando el boligráfo sobre la mesa, pequeña genio.
- Teniendo hermanas como tú quien quiere enemigos... - dijo con burla Matilde.
- Mira, paso a leer... La gravedad es una de las fuerzas universales de la naturaleza. Es una fuerza de atracción entre todo tipo de materia...
- ¡Ves! San google habla de masas.
- Claro. El peso de la manzana. - dijo Ana con cierta obviedad en el tono.
- Y la masa es en cuanto al peso... Entonces aquí el viento no tiene nada que ver. La manzana se cae por su propio peso...
- Déjame la hoja, voy a leer otra vez el enunciado. - ¿Por qué la trataba como si fuera tonta? Que alguien se lo explique... - Primer punto... Planteamiento del problema y análisis de datos. La manzana está en el árbol y se cae debido al peso. Copio eso y ya.
- Imagínate que yo no te conozco de nada y sin venir a cuento te pregunto por qué se caen las manzanas del árbol al suelo. ¿Tú que contestas?
- Pues porque pesan.
- ¡Pero es que tu no coges las manzanas del suelo! Nosotros recogemos las manzanas del árbol. Por tanto, las manzanas no se caen del árbol.
- ¡Pero pesan!
- ¿Y qué si pesan? Tu coges las manzanas del árbol y no del suelo. Aunque pesen no se caen... ¡Entonces este ejemplo no vale...!
Ana miró a Matilde, y Matilde miró a Ana. Podía ser todo lo repelente que quisiera, pero era su hermana. Se rieron las dos.
- Coge el boli y tíralo otra vez. ¿Por qué se cae? ¡Por el viento!
- ¡Que no es el viento Ana, que es el peso! Newton te está hablando de masas. Y si te habla de masas te habla de pesos.
- ¿Y no puede ser una masa de viento?
- Volvamos al principio, ¿vale? - Iba a encontrar la solución sea como fuera - Planteamiento del problema y análisis de datos. La manzana está en el árbol y se cae. Copia eso, si, copia eso.
- Vale, ¿y la hipótesis y suposición de la causa?
- Mmm... La manzana se cae por su peso o...
- La manzana se puede caer porque la rama del árbol no puede sujetar el peso de la manzana.
- O se puede caer porque ha llegado una masa de viento...
- ¿Pero no habíamos dicho que el viento no es una masa?
- ¡Claro que el viento es una masa!
- El viento no se pone en masa.
- Que si, que si. Y también tiene su velocidad.
- Lógico, la velocidad del viento... ¿Estás segura de que se cuenta como masa?
- ¿Qué es una nube sino una masa de aire? Y como masa, pesa.
- A ver, genio, la nube será en todo caso una masa de agua...
- ¡Yo que se Ana! - chilló desesperada -  ¿Por que se cae la mazana? Porque pesa.
- ¿Y la hipótesis?
- ¡Pero que esa el hipótesis!
- ¿Pero eso no era el planteamiento del problema?
- A ver, la manzana se cae por su propio peso... Busca la ley de la gravedad en google. Otra vez.
Ana volvió a coger el aparato.
- Aquí pone que la gravedad es más fuerte entre dos objetos muy masivos y se hace más débil cuando dichos objetos están separados... Según el peso que tenga el objeto tiene distintas velocidades.
- Y cuando más pesa más velocidad tiene.
- Obvio.
- Entonces ya está. Es por el peso y no por el viento. ¿Suposición de la causa del fenómeno? La manzana se cae porque pesa. ¿Comprobación experimental? Cojo un boli y lo tiro.
- No Mati no, cojo una manzana y la pongo en distintas alturas.
- ¿Y se cae más rápido o se cae más lento? Es que estamos hablando del peso de la manzana, no de la velocidad. Entonces... El planteamiento del problema y análisis de los datos es que coloco varias manzanas a varias alturas..
- No, no, no porque el planteamiento es la duda de porque se ha hecho...
- Cuando venga mamá lo haces con ella. Y se acabó.
Un problema para niños de 12 años había podido con ella. Adiós orgullo. 


Pepita Pérez
De humor retorcido.