miércoles, 28 de agosto de 2013

Rojo y azul.

Matilde reconoció los acordes al instante de esa canción que hace ya tiempo se prometió no volver a escuchar. No, esto no podía estar pasando. Tenía que ser una broma, una mala pasada. Juraría haber borrado la canción de la lista de reproducción.
La escena era surrealista. Maldita curiosidad, maldito el momento. Las fotos que Javier había publicado la noche anterior y Morrissey retumbando en sus oídos. Recordaba a la perfección las dos instantáneas. El jersey rojo y sus pestañas. Y se vio a ella misma con trenzas y la camisa azul de cuadros en Lisboa. ¿Pero como querían que siguiera hacia delante? Los recuerdos se arremolinaban en su mente.
La tarde ya estaba perdida, ¿qué más daba? Matilde se levantó de la mesa cabizbaja, y tras asomarse a la ventana para ver que todo estaba en su lugar – la pintada seguía ahí - , se dirigió a la habitación.
No entendía nada, cero coherencia en toda esta historia. ¿Por qué esas fotos? ¿Por qué otras imágenes y otros textos cuando ni si quiera era capaz de contestar a una carta? “Lo siento Matilde”, y se acabó.
El disco verde los Smiths. Necesitaba escuchar la canción. Tan alta que no fuera posible pensar. ¿De qué sirve ser coherente?
Tocaron a la puerta.
- ¿Puedes bajar la música? Está muy alta y no me... Matilde, ¿otra vez mirando por la ventana?¿Estás bien cariño?
- Tranquila, estaba viendo llover.
- Pensaba que ya lo habíamos hablado todo, y llegado a la conclusión de que era lo mejor que podía pasar. Pero no pongas esa cara hija, no me llores más.
- Eso es lo que pensáis papá y tú, que todo está bien. Déjame anda.
- Pero...
- Mamá, por favor.
- Como veas, pero no llores más. Y baja el volumen.
Cerró la puerta. Estampó el teléfono contra el suelo y subió el volumen más todavía.




Que buenas son tus letras Morrisey, pero que malos tus directos. Gracias por escribir lo que muchos queremos gritar.

Pepita Pérez.

Still I cling.

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