lunes, 26 de agosto de 2013

Mariposas

Era un bonito día de primavera. Matilde y Paloma paseaban por el parque cuando una mariposa revoloteó a su alrededor. Mal día para hacerlo, el pobre insecto volador murió al instante aplastado.
- ¡Pero como puedes ser así! El pobre animal no tiene la culpa de nada. Pobre mariposa.
- Las mariposas sólo viven veinticuatro horas, no sé cuál es el problema. Le ahorré el sufrimiento de su inminente muerte. Debería estar agradecida.
- No se como puedes ser tan bruta. El animal solo quería saludarte... ¿Y cómo la devuelves el saludo? Pum, muerta.
- No seas ridícula Paloma. Ese maldito animal sólo quería molestarme. Además, ¿qué más da? Hay miles de mariposas, polillas y mosquitos en el mundo...
- ¿Y como hay miles tu te ves legitimada a matarlas una por una, no? ¿Por qué odias las mariposas, Matilde? ¿Por qué?
Buena pregunta, ¿por qué?. La respuesta no era fácil, pero si había una explicación esta tenía un nombre: Javier. Las mariposas habían comenzado a invadir su vida cuando se cruzó con él por primera vez. Fue hace ya cuatro años, él volvía de jugar al fútbol. La mochila al hombro, la pelota bajo el brazo y el cabello revuelto. Primera sonrisa, primera mariposa. Con el correr de los días, las mariposas aparecían en el momento más inoportuno. Cuando lo escuchaba reírse con sus amigos, cuando aparecía por el pasillo y se sorprendía mirándole embobada, o cuando simplemente pensaba en él. Mariposas por todos lados.
Y allí se encontraba ahora, junto a su amiga, sin dejar de sentir esas mariposas dentro suyo.
- Odio las mariposas porque hablan por mi. Porque no me dejan pensar, porque vivo en la luna por culpa de ellas, porque son las únicas culpables de que no deje de pensar en Javier. ¿Podías si quiera pensar que una mariposa es capaz de tanto?








Pepita Pérez

Con un poco de suerte, lo de tu estómago será temporal.

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