lunes, 19 de agosto de 2013

Juegas todos los días con la luz del universo.

Se desviste la lluvia.



Como la vida misma, dice el dicho popular - y Dios castiga sin palos, dice otro - . Acabo de ver un documental de Pablo Neruda y la verdad es que estoy emocionada. Cualquiera que me conozca un poquito sabrá que es un tipo al que en el aspecto poético desprecio profundamente, su obra me parece insulsa y repetitiva. Un gran pastel de frutas y mujeres con kilos sobrantes de azúcar y melosidad. El Rafael Alberti español - y aunque las malas lenguas me critiquen, la equiparación es perfecta también con García Lorca -, todos más conocidos por su militancia revolucionaria y comunista que por la profundidad y el buen trabajo literario. Pero la poesía surge de la vena, y como casi cualquier otro arte, es sugerencia, emoción y reflexión.

Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua. 
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto 
como un racimo entre mis manos cada día. 
A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas. 
Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur? 
Ah déjame recordarte como eras entonces cuando aún no existías. 
De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada. 
El cielo es una red cuajada de peces sombríos. 
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos. 
Se desviste la lluvia. 
Pasan huyendo los pájaros. 
El viento. El viento. 
Yo solo puedo luchar contra la fuerza de los hombres. 
El temporal arremolina hojas oscuras 
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo. 
Tú estás aquí. Ah tú no huyes 
Tú me responderás hasta el último grito. 
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo. 
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos. 
Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas, 
y tienes hasta los senos perfumados. 
Mientras el viento triste galopa matando mariposas 
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela. 
Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí, 
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan. 
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos 
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes. 
Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote. 
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado. 
Hasta te creo dueña del universo. 
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues, 
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos. 
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.

Pablo Neruda

¿Y para qué, Pablo? Nos engañaste a todos... La desesperación se siente en las entrañas y late con fuerza en las extremidades. Yo no creo que este poema sea una declaración de amor, sino los versos de un poeta que se resigna a ese amor perdido y que echa la vista atrás y recupera sus todavía sentimientos. No vamos a entrar en el análisis sexual de esa maravillosa frase final – que tiene mucho de sexual y mucho de intelectual, por supuesto – sino en el tono pasado y melancólicoque se evidencia en versos como Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo, ansiando la vuelta de la persona amada. Pero ella ya se ha ido y no tiene intención de volver. El poeta se siente atado, dependiente (Juegas todos los días con la luz del universo) pues ella marca el día y la noche, y por supuesto, su estado de ánimo. Sutil visitadora hace referencia a que es recuerdo, y el la siente suya y de su propiedad, su fiel reflejo (A nadie te pareces desde que yo te amo y Ah déjame recordarte como eras entonces cuando aún no existías), evidenciando también este verso la idealización que realiza el poeta. Pero el deseo sigue ahí, y el poeta solo quiere tenderla entre guirnaldas amarillas, para acto seguido declarar que la sigue amando y que la echa profundamente de menos (¿Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?). Después de un momento romántico, la realidad cae sobre sus espaldas (De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada. / El cielo es una red cuajada de peces sombríos. / Aquí vienen a dar todos los vientos, todos. El temporal arremolina hojas oscuras / y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo). El siguiente verso es claramente irónico, y desesperado (Tú estás aquí. Ah tú no huyes / Tú me responderás hasta el último grito). Grito de dolor, de soledad, de decir las verdades a la cara, de seguir hacia delante con esa persona. Y aunque el poeta reconozca los problemas y las dificultades que probablemente desencadenaron la ruptura (Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos), la idealización continúa (Ahora también, pequeña, me traes madreselvas /y tienes hasta los senos perfumados). El llanto y la nostalgia sucede a ese momento de pasión (Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí / a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan), para continuar con la evocación de un pasado glorioso (Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos / y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes) que pronto se desvanece (Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote). El poeta la ama, y hasta la cree dueña de su universo. Y aquí cambia el tiempo verbal, de un pasado y un presente constante en todo el poema a un futuro que sabe que no llegará, pero que el desea y ansía (Te traeré de las montañas flores alegres, copihues, / avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos). Y termina el poema con la frase más bella que nunca se ha escrito: Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos...

Verte florecer.


No más lágrimas Pablo, no más lágrimas.





Pepita Pérez

Aquí muere Marina Sánchez. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario