Se desviste la lluvia.
Como
la vida misma, dice el dicho popular - y Dios castiga sin palos, dice
otro - . Acabo de ver un documental de Pablo Neruda y la verdad es
que estoy emocionada. Cualquiera que me conozca un poquito sabrá que
es un tipo al que en el aspecto poético desprecio profundamente, su
obra me parece insulsa y repetitiva. Un gran pastel de frutas y
mujeres con kilos sobrantes de azúcar y melosidad. El Rafael Alberti
español - y aunque las malas lenguas me critiquen, la equiparación
es perfecta también con García Lorca -, todos más conocidos por su
militancia revolucionaria y comunista que por la profundidad y el
buen trabajo literario. Pero la poesía surge de la vena, y como casi
cualquier otro arte, es sugerencia, emoción y reflexión.
Juegas
todos los días con la luz del universo.
Sutil
visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres
más que esta blanca cabecita que aprieto
como
un racimo entre mis manos cada día.
A
nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame
tenderte entre guirnaldas amarillas.
Quién
escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
Ah
déjame recordarte como eras entonces cuando aún no existías.
De
pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El
cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí
vienen a dar todos los vientos, todos.
Se
desviste la lluvia.
Pasan
huyendo los pájaros.
El
viento. El viento.
Yo
solo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El
temporal arremolina hojas oscuras
y
suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.
Tú
estás aquí. Ah tú no huyes
Tú
me responderás hasta el último grito.
Ovíllate
a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin
embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.
Ahora,
ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
y
tienes hasta los senos perfumados.
Mientras
el viento triste galopa matando mariposas
yo
te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.
Cuanto
te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a
mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos
visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y
sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos
girantes.
Mis
palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé
desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta
te creo dueña del universo.
Te
traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas
oscuras, y cestas silvestres de besos.
Quiero
hacer contigo
lo
que la primavera hace con los cerezos.
Pablo
Neruda
¿Y
para qué, Pablo? Nos engañaste a todos... La desesperación se
siente en las entrañas y late con fuerza en las extremidades. Yo no
creo que este poema sea una declaración de amor, sino los versos de
un poeta que se resigna a ese amor perdido y que echa la vista atrás
y recupera sus todavía sentimientos. No vamos a entrar en el
análisis sexual de esa maravillosa frase final – que tiene mucho
de sexual y mucho de intelectual, por supuesto – sino en el tono
pasado y melancólicoque se evidencia en versos como Ovíllate a
mi lado como si tuvieras miedo, ansiando la vuelta de la persona
amada. Pero ella ya se ha ido y no tiene intención de volver. El
poeta se siente atado, dependiente (Juegas todos los días con la
luz del universo) pues ella marca el día y la noche, y por
supuesto, su estado de ánimo. Sutil visitadora hace
referencia a que es recuerdo, y el la siente suya y de su propiedad,
su fiel reflejo (A nadie te pareces desde que yo te amo y Ah
déjame recordarte como eras entonces cuando aún no existías),
evidenciando también este verso la idealización que realiza el
poeta. Pero el deseo sigue ahí, y el poeta solo quiere
tenderla entre guirnaldas amarillas, para acto seguido
declarar que la sigue amando y que la echa profundamente de menos
(¿Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas
del sur?). Después de un momento romántico, la realidad
cae sobre sus espaldas (De pronto el viento aúlla y golpea mi
ventana cerrada. / El cielo es una red cuajada de peces sombríos. /
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos. El temporal arremolina
hojas oscuras / y suelta todas las barcas que anoche amarraron al
cielo). El siguiente verso es claramente irónico, y desesperado
(Tú estás aquí. Ah tú no huyes / Tú me responderás hasta el
último grito). Grito de dolor, de soledad, de decir las verdades
a la cara, de seguir hacia delante con esa persona. Y aunque el poeta
reconozca los problemas y las dificultades que probablemente
desencadenaron la ruptura (Sin embargo alguna vez corrió una
sombra extraña por tus ojos), la idealización continúa (Ahora
también, pequeña, me traes madreselvas /y tienes hasta los senos
perfumados). El llanto y la nostalgia sucede a ese momento de
pasión (Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí / a mi alma
sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan), para continuar
con la evocación de un pasado glorioso (Hemos visto arder tantas
veces el lucero besándonos los ojos / y sobre nuestras cabezas
destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes) que pronto se
desvanece (Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote). El
poeta la ama, y hasta la cree dueña de su universo. Y
aquí cambia el tiempo verbal, de un pasado y un presente constante
en todo el poema a un futuro que sabe que no llegará, pero que el
desea y ansía (Te traeré de las montañas flores alegres,
copihues, / avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos). Y
termina el poema con la frase más bella que nunca se ha escrito:
Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los
cerezos...
Verte
florecer.
No
más lágrimas Pablo, no más lágrimas.
Pepita
Pérez
Aquí
muere Marina Sánchez.
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