Aquí,
Madrid, mil novecientos cincuenta y cuatro: un hombre solo.
Ángel
González (Oviedo, 1925) fue testigo de innumerables acontecimientos
violentos que marcaron desde muy pronto su inquietud existencial.
Zarandeado por el destino y familiarizado desde muy temprana edad con
los clásicos, la carrera de leyes – que no le interesaba en
absoluto - y su profesión docente dieron paso a una estabilidad
económica que permitieron al autor hacer frente a su vocación
literaria. “Si acabé escribiendo poesía - reconoce el autor - fue
para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero acto
de vivir. Si por mi fuera, hubiera preferido ser músico, cantautor
de boleros sentimentales o pintor.”
Su
poesía es sincera y desesperada. Como el mismo afirma, su actitud
ante este difícil arte es testimoniar su propia experiencia de la
realidad, donde hay una preocupación manifiesta por la palabra en sí
misma, por la expresión justa, precisa e imprescindible.
Escribir
un poema: marcar la piel del agua.
Suavemente
los signos
se
deforman, se agrandan,
expresan
lo que quieren
la
brisa, el sol, las nubes,
se
distienden, se tensan, hasta
que
el hombre que los mira
-adormecido
el viento,
la
luz alta-
o
ve su propio rostro
o
-transparencia pura, hondo
fracaso-
no ve nada.
Poética
Su
lenguaje es intimista y cuidado, fruto de la experiencia apasionada y
de su vivencias como hijo de la guerra. Sus versos se muestran
trabajados, cincelados palabra sobre palabra – que da título a su
poemario más acertado – y en ellos podemos observar un contenido
patético, penoso e inevitable en aquellos oscuros años de represión
política. Su producción poética es de gran calado político,
siguiendo una línea reivindicativa que confluye con la poesía
social - ¿pero qué poesía no es social? -.
Me
arrepiento de tanta inútil queja,
de tanta
tentación improcedente.
Son las reglas del juego inapelables
y justifican toda, cualquier pérdida.
Ahora
sólo lo inesperado o lo imposible
podría hacerme llorar:
de tanta
tentación improcedente.
Son las reglas del juego inapelables
y justifican toda, cualquier pérdida.
Ahora
sólo lo inesperado o lo imposible
podría hacerme llorar:
una
resurrección, ninguna muerte.
Epílogo
Su
obsesión – el paso del tiempo – se combina desde muy temprano
con un afán didáctico. Dan fe de ello sus numerosas cartas,
lecciones, impresos todos ellos de un pesimismo terco y desolador.
Aquí
no pasa nada,
salvo el tiempo:
irrepetible
música que resuena,
ya extinguida,
en un corazón hueco, abandonado,
que alguien toma un momento,
escucha
y tira.
salvo el tiempo:
irrepetible
música que resuena,
ya extinguida,
en un corazón hueco, abandonado,
que alguien toma un momento,
escucha
y tira.
Elegía
Pura
O
bien:
Todo
pasó,
todo es borroso ahora, todo
menos eso que apenas percibía
en aquel tiempo
y que, años más tarde,
resurgió en mi interior, ya para siempre:
este miedo difuso,
esta ira repentina,
estas imprevisibles
y verdaderas ganas de llorar.
todo es borroso ahora, todo
menos eso que apenas percibía
en aquel tiempo
y que, años más tarde,
resurgió en mi interior, ya para siempre:
este miedo difuso,
esta ira repentina,
estas imprevisibles
y verdaderas ganas de llorar.
Ciudad
cero
En
este sentido, podemos afirmar con rotundidad que Ángel González se
busca a sí mismo al escribir. Sus poemas son fruto de sus
preocupaciones y reflexiones, conectando de manera directa con la
generación del 98 - Machado sobre todo - y algunos poetas clásicos.
Su producción es depurada, renovada, prestando espacial atención a
temas filosóficos y existencialistas. En ella reflexiona sobre su
identidad y busca un sentido – que no encuentra – a la vida.
Yo
no soy más que el resultado, el fruto,
lo
que queda, podrido, entre los restos;
esto
que veis aquí,
tan
sólo esto:
un
escombro tenaz, que se resiste
a
su ruina, que lucha contra el viento,
que
avanza por caminos que no llevan
a
ningún sitio. El éxito
de
todos los fracasos. La enloquecida
fuerza
del desaliento...
Para
que yo me llame Ángel González
Si
bien se afana mantener una postura neutral, su ideología se muestra
clara. Hombre progresista y revolucionario, de izquierdas y firme
detractor de los años autoritarios españoles. Su gran sentido del
humor le permitirá reírse de si mismo. Su nombre dará lugar a
numerosos juegos de palabras que le vincularán con un Dios del que
reniega.
Eso
es cierto, tan cierto
como que tengo un nombre con alas celestiales,
arcangélico nombre que a nada corresponde:
Ángel
me dicen
y yo me levanto
disciplinado y recto
con las alas mordidas
- quiero decir: las uñas -
como que tengo un nombre con alas celestiales,
arcangélico nombre que a nada corresponde:
Ángel
me dicen
y yo me levanto
disciplinado y recto
con las alas mordidas
- quiero decir: las uñas -
Preámbulo
a un silencio
No
obstante, no podemos hablar de un Ángel preocupado directamente por
la religión, si bien son constantes en su poesía las menciones a
ese Dios todopoderoso y omnipresente, principio y final de
la vida humana. Es de manifiesta belleza algunos fragmentos de
tono amoroso – otro gran pilar de su poesía – en los que se
entremezclan misticismo, deseo, sensualidad y pasión que fatal que
recuerdan a la obra de Vicente Aleixandre (“Quiero amor o la
muerte, quiero morir del todo, quiero ser tú”).
Si
yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra.
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra.
Me
basta así...
Ese
tú inalcanzable supondrá la culminación de su poesía. Los poemas
más bellos y sentidos se dirigen a ese amor fatal que el poeta tanto
anhela. Su madre España, su patria arrebata por el franquismo,
supone el paraíso perdido en el que no encuentra consuelo. El mundo
es demasiado áspero para un poeta tan sensible como Ángel.
Te
tuve
cuando eras
dulce,
acariciado mundo.
Realidad casi nube,
¡cómo te me volaste de los brazos!
Ahora te siento nuevamente.
No por tu luz, sino por tu corteza,
percibo tu inequívoca
presencia,
...agrios perfiles, duros meridianos,
¡áspero mundo para mis dos manos!
cuando eras
dulce,
acariciado mundo.
Realidad casi nube,
¡cómo te me volaste de los brazos!
Ahora te siento nuevamente.
No por tu luz, sino por tu corteza,
percibo tu inequívoca
presencia,
...agrios perfiles, duros meridianos,
¡áspero mundo para mis dos manos!
Te
tuve
Poeta
de la sugerencia, de lo oculto y no menos locuaz. Ángel no es
partidario de discursos establecidos y panfletistas. El sentido del
humor del poeta, acostumbrado a quejarse en voz baja y a maldecir
para sus adentros – puntualiza el propio Ángel en alguna que otra
entrevista – le obligaron al uso de la ironía, de la metáfora, de
la metonimia y de la reticencia. Alarcos, reputado estudioso de la
obra de Ángel concluye que la ironía del asturiano expresa la
distancia entre la realidad que censura y el ideal que ni si quiera
se atreve a proponer. Son por ello recurrentes en él juegos de
palabras y caricaturas con firmes intenciones descalificadoras de la
condición humana.
Aquí
todo sonríe. (Perdón:
el
hipopótamo hembra del zoo piensa y bosteza.)
Parque
con zoológico.
Su
obra personal es, por tanto, el resultado de un recuerdo agridulce,
de heridas abiertas y de encuentros repetidos con ese tú fatal clave
para el poeta.
Y
tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso
Me
basta así...
Como
podemos ver, es imposible la lectura meramente política de su obra.
La poesía de Ángel González es fruto de sus inquietudes
existenciales, y para ello utiliza un registro coloquial que se
evidencia con una métrica libre y desordenada.
Se
habla de la esperanza
últimamente.
Alguien
la vio pasar por los suburbios de París, allá hacia el año
mil
novecientos cuarenta
y
tantos...
Se
habla de la esperanza
últimamente.
No
en el lugar del pacto, no
en
el de la renuncia,
jamás
en el dominio
de
la conformidad.
Donde
la vida se doblega,
nunca.
La
paloma
Su
historia es de derrota personal y de desengaño. La soledad es la
mejor compañera del hombre, aunque este siempre sea capaz de
perseverar en este impulso frenético que es la vida.
Queda
quizá el recurso de andar solo,
de
vaciar el alma de ternura
y
llenarla de hastío e indiferencia,
en
este tiempo hostil, propicio al odio.
Inventario
de lugares propicios al amor.
Las
heridas solo se alivian cuando aparece ese tú imposible que, pese al
tiempo, sigue doliendo.
Y
lo único
que
te agradezco ya es que me engañes
una
vez más:
… te
quiero mucho.
Como
podemos ver, la lucidez de Ángel González es apabullante. Su
coherencia, su amplitud de miras y el deseo de superación sobresalen
sobre el resto de sus compañeros de generación ¿Cómo una obra
poética de no más de 500 poemas ha logrado trascender y auparse a
una posición privilegiada en el mundo poético internacional? ¿Dónde
está su duende? La respuesta es sencilla, y solo hace falta
sumergirse en su Palabra sobre palabra para averiguarlo. Angel
poetiza lo miserable de la vida, la falta de moralidad en el ser
humano, la crueldad y la estupidez. Para él, la ternura es efímera
y el cinismo un familiar con el que compartimos casa. El odio resulta
más poderoso que el amor y que la muerte.
… y
hablan
con
el fin de ocultar esa amargura
inevitable,
y cuántas
veces
no lo consiguen, como
no
puedo yo ocultarla
por
más tiempo: esta
desesperante,
estéril, larga,
ciega
desolación por cualquier cosa
que
– hacia donde no sé -, lenta, me arrastra.
Todos
ustedes parecen felices
¿Qué
quieres que escriba a la puerta de estos versos?
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