miércoles, 7 de agosto de 2013

Ángel González, poeta.

Aquí, Madrid, mil novecientos cincuenta y cuatro: un hombre solo.



Ángel González (Oviedo, 1925) fue testigo de innumerables acontecimientos violentos que marcaron desde muy pronto su inquietud existencial. Zarandeado por el destino y familiarizado desde muy temprana edad con los clásicos, la carrera de leyes – que no le interesaba en absoluto - y su profesión docente dieron paso a una estabilidad económica que permitieron al autor hacer frente a su vocación literaria. “Si acabé escribiendo poesía - reconoce el autor - fue para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero acto de vivir. Si por mi fuera, hubiera preferido ser músico, cantautor de boleros sentimentales o pintor.”

Su poesía es sincera y desesperada. Como el mismo afirma, su actitud ante este difícil arte es testimoniar su propia experiencia de la realidad, donde hay una preocupación manifiesta por la palabra en sí misma, por la expresión justa, precisa e imprescindible.

Escribir un poema: marcar la piel del agua.
Suavemente los signos
se deforman, se agrandan,
expresan lo que quieren
la brisa, el sol, las nubes,
se distienden, se tensan, hasta
que el hombre que los mira
-adormecido el viento,
la luz alta-
o ve su propio rostro
o -transparencia pura, hondo
fracaso- no ve nada.

Poética

Su lenguaje es intimista y cuidado, fruto de la experiencia apasionada y de su vivencias como hijo de la guerra. Sus versos se muestran trabajados, cincelados palabra sobre palabra – que da título a su poemario más acertado – y en ellos podemos observar un contenido patético, penoso e inevitable en aquellos oscuros años de represión política. Su producción poética es de gran calado político, siguiendo una línea reivindicativa que confluye con la poesía social - ¿pero qué poesía no es social? -.

Me arrepiento de tanta inútil queja,
de tanta
tentación improcedente.
Son las reglas del juego inapelables
y justifican toda, cualquier pérdida.
Ahora
sólo lo inesperado o lo imposible
podría hacerme llorar:
una resurrección, ninguna muerte.

Epílogo

Su obsesión – el paso del tiempo – se combina desde muy temprano con un afán didáctico. Dan fe de ello sus numerosas cartas, lecciones, impresos todos ellos de un pesimismo terco y desolador.

Aquí no pasa nada,
salvo el tiempo:
irrepetible
música que resuena,
ya extinguida,
en un corazón hueco, abandonado,
que alguien toma un momento,
escucha
y tira.

Elegía Pura

O bien:

Todo pasó,
todo es borroso ahora, todo
menos eso que apenas percibía
en aquel tiempo
y que, años más tarde,
resurgió en mi interior, ya para siempre:
este miedo difuso,
esta ira repentina,
estas imprevisibles
y verdaderas ganas de llorar.

Ciudad cero

En este sentido, podemos afirmar con rotundidad que Ángel González se busca a sí mismo al escribir. Sus poemas son fruto de sus preocupaciones y reflexiones, conectando de manera directa con la generación del 98 - Machado sobre todo - y algunos poetas clásicos. Su producción es depurada, renovada, prestando espacial atención a temas filosóficos y existencialistas. En ella reflexiona sobre su identidad y busca un sentido – que no encuentra – a la vida.

Yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...

Para que yo me llame Ángel González

Si bien se afana mantener una postura neutral, su ideología se muestra clara. Hombre progresista y revolucionario, de izquierdas y firme detractor de los años autoritarios españoles. Su gran sentido del humor le permitirá reírse de si mismo. Su nombre dará lugar a numerosos juegos de palabras que le vincularán con un Dios del que reniega.

Eso es cierto, tan cierto
como que tengo un nombre con alas celestiales,
arcangélico nombre que a nada corresponde:
Ángel
me dicen
y yo me levanto
disciplinado y recto
con las alas mordidas
quiero decir: las uñas -

Preámbulo a un silencio

No obstante, no podemos hablar de un Ángel preocupado directamente por la religión, si bien son constantes en su poesía las menciones a ese Dios todopoderoso y omnipresente, principio y final de la vida humana. Es de manifiesta belleza algunos fragmentos de tono amoroso – otro gran pilar de su poesía – en los que se entremezclan misticismo, deseo, sensualidad y pasión que fatal que recuerdan a la obra de Vicente Aleixandre (“Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo, quiero ser tú”).

Si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra.

Me basta así...

Ese tú inalcanzable supondrá la culminación de su poesía. Los poemas más bellos y sentidos se dirigen a ese amor fatal que el poeta tanto anhela. Su madre España, su patria arrebata por el franquismo, supone el paraíso perdido en el que no encuentra consuelo. El mundo es demasiado áspero para un poeta tan sensible como Ángel.

Te tuve
cuando eras
dulce,
acariciado mundo.
Realidad casi nube,
¡cómo te me volaste de los brazos!
Ahora te siento nuevamente.
No por tu luz, sino por tu corteza,
percibo tu inequívoca
presencia,
...agrios perfiles, duros meridianos,
¡áspero mundo para mis dos manos!

Te tuve

Poeta de la sugerencia, de lo oculto y no menos locuaz. Ángel no es partidario de discursos establecidos y panfletistas. El sentido del humor del poeta, acostumbrado a quejarse en voz baja y a maldecir para sus adentros – puntualiza el propio Ángel en alguna que otra entrevista – le obligaron al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia. Alarcos, reputado estudioso de la obra de Ángel concluye que la ironía del asturiano expresa la distancia entre la realidad que censura y el ideal que ni si quiera se atreve a proponer. Son por ello recurrentes en él juegos de palabras y caricaturas con firmes intenciones descalificadoras de la condición humana.

Aquí todo sonríe. (Perdón:
el hipopótamo hembra del zoo piensa y bosteza.)

Parque con zoológico.

Su obra personal es, por tanto, el resultado de un recuerdo agridulce, de heridas abiertas y de encuentros repetidos con ese tú fatal clave para el poeta.

Y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso

Me basta así...

Como podemos ver, es imposible la lectura meramente política de su obra. La poesía de Ángel González es fruto de sus inquietudes existenciales, y para ello utiliza un registro coloquial que se evidencia con una métrica libre y desordenada.

Se habla de la esperanza
últimamente.
Alguien la vio pasar por los suburbios de París, allá hacia el año
mil novecientos cuarenta
y tantos...
Se habla de la esperanza
últimamente.
No en el lugar del pacto, no
en el de la renuncia,
jamás en el dominio
de la conformidad.
Donde la vida se doblega,
nunca.

La paloma

Su historia es de derrota personal y de desengaño. La soledad es la mejor compañera del hombre, aunque este siempre sea capaz de perseverar en este impulso frenético que es la vida.

Queda quizá el recurso de andar solo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
en este tiempo hostil, propicio al odio.

Inventario de lugares propicios al amor.


Las heridas solo se alivian cuando aparece ese tú imposible que, pese al tiempo, sigue doliendo.

Y lo único
que te agradezco ya es que me engañes
una vez más:
… te quiero mucho.

Como podemos ver, la lucidez de Ángel González es apabullante. Su coherencia, su amplitud de miras y el deseo de superación sobresalen sobre el resto de sus compañeros de generación ¿Cómo una obra poética de no más de 500 poemas ha logrado trascender y auparse a una posición privilegiada en el mundo poético internacional? ¿Dónde está su duende? La respuesta es sencilla, y solo hace falta sumergirse en su Palabra sobre palabra para averiguarlo. Angel poetiza lo miserable de la vida, la falta de moralidad en el ser humano, la crueldad y la estupidez. Para él, la ternura es efímera y el cinismo un familiar con el que compartimos casa. El odio resulta más poderoso que el amor y que la muerte.

… y hablan
con el fin de ocultar esa amargura
inevitable, y cuántas
veces no lo consiguen, como
no puedo yo ocultarla
por más tiempo: esta
desesperante, estéril, larga,
ciega desolación por cualquier cosa
que – hacia donde no sé -, lenta, me arrastra.

Todos ustedes parecen felices






Pepita Pérez


¿Qué quieres que escriba a la puerta de estos versos?

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