-
Ese afán de llamar la atención.
Matilde
gira la cabeza bruscamente, extrañada.
-
Me
has preguntado qué es lo que no me gusta de ti, ¿no? Pues eso. No
me gusta nada
ese afán tuyo
de
protagonismo.
Suspira
con pesadez mientras apoya la cabeza contra la fría pared para
dejarse escurrir lentamente contra el suelo.
-
Lo
siento -
Pero
lo dice tan bajito que verdaderamente duda que él
haya llegado a escucharle. Aunque sí lo ha hecho.
-
Pero…
-
sigue hablando,
tras aclararse levemente la garganta. - Me gusta, por ejemplo, lo
auténtica y original que eres otras veces.
Y
durante un segundo - sólo uno – Matilde se permite esbozar la más
amplia sonrisa que recuerda haber tenido durante meses.
-
A
mí no me gusta que siempre me estés riñendo.
Siento como si... todo lo que hago es insuficiente para ti. Que
siempre
se puede hacer de otra manera, siempre mejor. En
cambio,
-
continúa
ella,
imitándole
-
no
hay nada más que me guste hacer que escucharte.
Cuando
me
reprendes y yo me pongo a la defensiva. Y nunca te doy la razón
aunque internamente sepa
que estoy equivocada.
O
cuando
hablas
de cosas de la vida y
citas a Marco Aurelio, a Kant y a tu profesor de filosofía.
Escucharte, si... Eso me gusta mucho.
Javier
siente como sus orejas comienzan a encenderse y desvía la mirada. No
está acostumbrado a sus cumplidos.
-
Tampoco
me gusta verte
triste.
-
sigue Matilde con
los ojos cerrados y la cabeza apoyada contra la pared. -
Tienes
una sonrisa preciosa.
Pero
aún así pienso que es increíble ver
como has superado todos
los palos que te han dado desde
pequeño.
Con orgullo, con fuerza. Eres un chico maravilloso.
Javier
estaba increíblemente colorado. No se lo esperaba. Pero era su
turno...
-
A
mí no me gusta lo dictatorial que te pones cuando
trabajas en grupo. Tu
voluntad siempre
tiene que estar
por encima de la
de
los demás. Y lo muchísimo
que te cuesta pedir perdón... Pero
a pesar de todo ello, comprendo
que lo haces tan sólo por el bien del equipo, porque quieres que
seáis los mejores. Siempre
quieres ser la mejor, destacar.
Matilde
no puede evitar que una pequeña sonrisa surque su cara. Las palabras
de Javier,
lo quiera o no, tienen un gran efecto sobre él. Se
mantiene callada.
-
Ahora
se supone que tú deberías decir algo que no te guste y que te guste
sobre mí.
Matilde
vuelve la cabeza para mirarle.
Sus ojos verdes brillan con expectación, mirándola
fijamente
mientras una pequeña sonrisa comienza a aparecer en sus labios.
Joder.
Está
totalmente perdida,
perdida
por él.
-
Lo
haría, por
supuesto
que lo haría. Pero creo
que se
me han acabado las cosas que no me gustan de ti.
De
pronto el aire se tensa. Casi puede notarse el hilo invisible, tan
tirante entre ambos, que ante el más mínimo movimiento en falso,
ante el más mínimo comentario fuera de su tácito acuerdo, amenaza
con romperse y no ser capaz de repararse.
-
Matilde...
Pero
lo cierto es que ni siquiera sabe lo que quiere decir. Quiere decirle
que lo deje, que vale ya de bromas y comentarios sobre él,
que no tienen ninguna gracia, que tan sólo le
humillan. Quiere decir que están bien así, que no quiere volver
atrás.
O
quizás no.
Quizás
quiera decirle que, simplemente, la
echa de menos.
- Matilde, yo… —Intenta, pero las palabras se atascan en su garganta, negándose a salir.
- Matilde, yo… —Intenta, pero las palabras se atascan en su garganta, negándose a salir.
Pepita Pérez
It's
a big enough umbrella but
it's always me that ends up getting wet
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