viernes, 16 de agosto de 2013

Miguel Hernández

Hijo de la luz y de la sombra.


Cuando en marzo de 1942 muere Miguel Hernández en el penal de Alicante, España pierde a uno de sus poetas más auténticos. Superando apenas la treintena, con una vida difícil y humilde – honda era su pena – la obra del poeta es de la más profundas y sentidas. Podemos hablar, sin duda, del mejor poeta que ha parido la tierra castellana.

Cierra las puertas, echa la aldaba, carcelero.
Ata duro a ese hombre: no le atarás el alma.
Son muchas llaves, muchos cerrojos, injusticias:
no le atarás el alma.
Cadenas, sí: cadenas de sangre necesita.
Hierros venenosos, cálidos, sanguíneos eslabones,
nudos que no rechacen a los nudos siguientes
humanamente atados.
Un hombre aguarda dentro de un pozo sin remedio,
tenso, conmocionado, con la oreja aplicada.
Porque un pueblo ha gritado, ¡libertad!, vuela el cielo.
Y las cárceles vuelan.
Pastor de cabras y de conocimiento autodidacta - recordemos que tuvo que dejar la escuela muy pronto pues su padre lo necesitaba con él en el campo – los versos de Miguel son detallados y sumamente cuidados. Pese a su juventud, podemos hablar de un estilo muy personal y maduro.

Mis ojos sin tus ojos no son ojos
Que son dos hormigueros solitarios,
Y son mis manos sin las tuyas varios
Intratables espinos a manojos.
No me encuentro los labios sin tus rojos,
Que me llenan de dulces campanarios,
Sin ti mis pensamientos son calvarios
Criando nardos y agostando hinojos.
No sé qué es de mi oreja sin tu acento,
Ni hacia qué polo yerro sin tu estrella,
Y mi voz sin tu trato se afemina.
Los olores persigo de tu viento
Y la olvidada imagen de tu huella,
Que en ti principia, amor, y en mí termina.

Con la guerra civil, la personalidad de Miguel Hernández, y paralelamente su poesía, sufren un cambio: se exaltan y cobran acción. Sus poemas se hacen más directos y combativos. El poeta se suma a lucha “con mi sangre y mi pluma, como dos fusiles fieles”. Pronto ingresa en el Quinto Regimiento, desde donde pasará a otras unidades que participarán en la defensa de Teruel, Extremadura y Cataluña. La caída definitiva de la República implicará su huida diplomática a Portugal, siendo apresado en Rosal de la Frontera. Sin haber sido juzgado ni condenado, en 1939 vuelve a su Orihuela natal, con los suyos. Nuevamente aprisionado y condenado a treinta años de cárcel y a pena de muerte, esta le sorprende en Alicante como consecuencia de una grave enfermedad.

¿No cesará este rayo que me habita
El corazón de exasperadas fieras
Y de fraguas coléricas y herreras
Donde el metal más fresco se marchita?
¿No cesará esta terca estalactita
De cultivar sus duras cabelleras
Como espadas y rígidas hogueras
Hacia mi corazón me muge y grita?
Este rayo ni cesa ni se agota:
De mí mismo tomó su procedencia
Y ejercita en mí mismo sus furores.
Esta obstinada piedra de mí brota
Y sobre mí dirige la insistencia
De sus lluviosos rayos destructores.

Su poesía es fruto de la experiencia: “A nosotros, que hemos nacido poetas entre los hombres, nos ha hecho poetas la vida”. Su necesidad por escribir late en su interior, al compás de su corazón. Si bien sus primeros poemas imitan al Machado que describe las tierras de Soria, el estallido de la Guerra Civil originará en Miguel el despertar de una nueva conciencia – de obrero y campesino que combaten por la liberación de las clases tradicionalmente oprimidas – que implicará el despertar de una dimensión de poeta. La poesía es para él la esencia del pueblo – pueblo de su misma leche, llega a decir en su correspondencia más íntima – y tiene su raíz en la tierra. El poeta es, por tanto, el intérprete de esos sentimientos colectivos, y su misión conducir el corazón hacia la victoria y la realidad poética.

Abrazado a tu cuerpo como el tronco a su tierra,
Con todas las raíces y todos los corajes,
¿Quién me separará, me arrancará de ti,
Madre?
Abrazado a tu vientre, ¿quién me lo quitará,
Si su fondo titánico da principio a mi carne?
Abrazado a tu vientre, que es mi perpetua casa,
¡Nadie!
Madre: abismo de siempre, tierra de siempre: entrañas
Donde desembocando se unen todas las sangres:
Donde todos los huecos caídos se levantan:
Madre.
Decir madre es decir tierra que me ha parido;
Es decir a los muertos: hermanos, levantarse;
Es sentir en la boca y escuchar bajo el suelo
Sangre.

Leopoldo de Luis afirma sobre Miguel: “su poesía es exaltada, beligerante, combativa, que se mete en las trincheras con los soldados, que se posa sobre la madera de los fusiles, que se envuelve en el humo de los cañones. Es una poesía que respira los propios sentimientos de los combatientes y que, por eso, puede plasmarse en poemas tan íntimos a la par que universales”.

Alza, toro de España: levántate, despierta.
Despiértate del todo, toro de negra espuma,
que respiras la luz y rezumas la sombra,
y concentras los mares bajo tu piel cerrada.
Despiértate.
Despiértate del todo, que te veo dormido,
un pedazo del pecho y otro de la cabeza:
que aún no te has despertado como despierta un toro
cuando se le acomete con traiciones lobunas.
Levántate.
Resopla tu poder, despliega tu esqueleto,
enarbola tu frente con las rotundas hachas,
con las dos herramientas de asustar a los astros,
de amenazar al cielo con astas de tragedia.
Esgrímete.
Toro en la primavera más toro que otras veces,
en España más toro, toro, que en otras partes.
Más cálido que nunca, más volcánico, toro,
que irradias, que iluminas al fuego, yérguete.
Desencadénate.
Desencadena el raudo corazón que te orienta
por las plazas de España, sobre su astral arena.
A desollarte vivo vienen lobos y águilas
que han envidiado siempre tu hermosura de pueblo.

No obstante, esta exaltación no dura mucho, y la ausencia y la pena le hacen prisionero. Hablamos entonces de una tercera etapa en la poesía de Miguel Hernández, que dará lugar a sus más bellos y sentidos versos... ¡cuánto penar para morirse uno!

Menos tu vientre
Todo es confuso.
Menos tu vientre
Todo es futuro
Fugaz, pasado
Baldío, turbio.
Menos tu vientre
Todo es oculto,
Menos tu vientre
Todo inseguro,
Todo es postrero
Polvo del mundo.
Menos tu vientre
Todo es oscuro,
Menos tu vientre
Claro y profundo.

Su desgarrada voz alza al poeta como sincero y real. El tema bélico nunca se separa del sentimental, cantando siempre a su España y a su mujer.

Abrumadora España, amor, bravura.
Por mandato del sol y de tantos planetas
lo más hermoso y amoroso y fiero.
Te siento como el alma bajo la quemadura
de la invasión extraña,
su municiones y sus bayonetas,
y no sé navegar, vivir viajero.

Ayer mandé una carta y un beso para España
donde está la mujer que yo más quiero.

Podemos hablar de una contradicción de sentimientos, o simplemente de sentimiento enfrentados que batallan con un resultado conmovedor y trágico. Como vemos en los siguientes versos, la ternura se enfrenta a la violencia, la paternidad se mezcla con la lucha activa, el momentáneo encanto amoroso convive con el desencanto permanente.

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro. 



Cancionero y romancero de ausencias es su última obra, y mi favorita. En ella recoge las formas populares, y vemos a un Miguel marcado por las tres heridas del hombre: la de la vida, la de la muerte y la del amor. En Cancionero el poeta ahonda en su ser, se vuelve hacia si mismo y aborda unos temas que, en realidad, son de todos. Leopoldo de Luis, antes mencionado, indica muy acertadamente: no es que coincida temática y formalmente con la poesía del pueblo, sino que Miguel Hernández expresa su ser popular herido por los estigmas comunes, esenciales al hombre. Si Juan Ramón Jiménez y los poetas del 27 intentan con sus cantares revitalizar las formas tradicionales, Hernández no se pliega a esquemas preestablecidos, sino que, en el mejor hacer del poeta tradicional, los desarrolla y busca otros nuevos. Y si Antonio Machado persigue en los cantares la forma expresiva de la sabiduría popular para escribir una poesía sentenciosa, Miguel no tiene otra sabiduría que la del dolor ni otra sentencia que la de su propia emoción.

Dime desde allá abajo
la palabra te quiero.
¿Hablas bajo la tierra?
Hablo con el silencio.
¿Quieres bajo la tierra?
Bajo la tierra quiero
porque hacia donde corras
quiere correr mi cuerpo.
Ardo desde allí abajo
y alumbro tus recuerdos.

O bien:

Una querencia tengo por tu acento
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.

Paciencia necesita mi tormento,
urgencia de tu garza galanía,
tu clemencia solar mi helado día,
tu asistencia la herida en que lo cuento.

¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
tus sustanciales besos, mi sustento,
me faltan y me muero sobre mayo.

Quiero que vengas, flor, desde tu ausencia.
a serenar la sien del pensamiento
que desahoga en mí su eterno rayo.

El horizonte literario de Miguel se presentaba sin fin sino hubiera sido por su temprana muerte.



Pepita Pérez.

Hoy el amor es muerte, y el hombre acecha al hombre.

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