-
¿Matando a Javier con la mirada de nuevo?
Matilde
desvió la mirada avergonzada. Dolía.
-
Quizá.
-
Te lo preguntaré por ultima vez. ¿Qué te ha hecho esta vez?
-Nada.
-Nada.
¡Y una mierda! Llevas desde hace dos semanas poniéndome la misma
excusa. Así que espero por tu bien y por el de mi estado mental que
me digas de una puñetera vez que te ha hecho para tenerte así.
Matilde
parpadeó varias veces.
-
Paloma, cariño, no ha pasado nada, te lo prometo.
-
A otro lobo con ese cuento caperucita. Creía que era tu amiga.
-
Y lo eres.
-
Entonces, ¿por qué no me dices lo que te ha hecho?
-
Nada. Para ya, no seas pesada.
-
¿Segura? Porque por la manera que lo mirabas parecía que querías
torturarlo de manera lenta y dolorosa. O mejor dicho, parecías
realmente dolida... y eso solo me lleva a una conclusión.
-¿Qué
conclusión? – preguntó intentando fingir un ligero tono de
aburrimiento y consiguiendo en cambio un timbre de desesperación
bastante penoso.
-
Te ha hecho algo. Algo muy desagradable. Algo realmente grave. Son
solo suposiciones pero...
-¿Qué
suposiciones? - Necesitaba desahogarse. Y si ella no podía hablar de
ello tendría que conseguir que su amiga lo descubriese.
-
Pues…tengo varias. La primera es que habéis discutido. Te ha dicho
cualquier cosa y tu te lo has tomado a la tremenda. Os habéis puesto
a chillar...
-
No... Esa no es la razón.
Paloma frunció el ceño y asintió.
-
Bien, pues entonces vamos a por la segunda. ¿Que tal esta? Ha salido
con sus amigos y...
-No.
Otra...
-
De acuerdo. Veamos... ¿Llegó tarde y...
-
No.
-
Pues solo me queda la más descabellada.
-
¿Y bien?
Paloma
suspiró por la reacción de su amiga. Podía gritar y patalear por
si quiera sugerirlo…aunque también era posible que le diese un
ataque de risa. Echó una rápida mirada al rostro de su amiga. Sus
cejas fruncidas, sus labios rectos, sus ojos achicados. Todo daba
muestras de enfado, incluso sus puños apretados. Era imposible que
ella…no, no era posible.
-
Que...
-¡Javier!-
un grito femenino interrumpió lo que seguramente hubiese sido un
diluvio de interrogantes- ¡Te estuve buscando cariño!- ronroneó
una chica morena de pelo rizado.
Se
sentó junto a él, y ni corta ni perezosa le dio un tierno beso en
los labios. Javier pasó su mano por los hombres de la chica y la
abrazó.
Paloma
miraba la escena sorprendida.
-
No digas nada, te entiendo.
Miedo escrito en la frente.
Pepita Pérez.
No le deseo a nadie estas pesadillas.
Pepita Pérez.
No le deseo a nadie estas pesadillas.
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