domingo, 8 de diciembre de 2013

Sé que temblaste.

No lo niegues princesa, sé que temblaste. Puedo adivinar tus pensamientos, interpretar el nerviosismo en tus ojos, el rubor en tu forma de hablar y hasta la consciente elección de cada palabra que pronunciaste. Miéntete y no lo digas en voz alta. Elude las palabras y huye de las realidades. Llama terrenal al descubrimiento del paraíso, brujas a las deidades, embrutece cuanto quieras lo sublime. Aquello no era una fortaleza, sino más bien un espíritu temeroso y encogido que se desplegaba con vergüenza, repleto de preguntas y sediento de respuestas.
Y en tus manos, un sentimiento desnudo, una emoción indefensa, un universo que se desvela. No reclames más palabras que sus labios. No expliques cómo y cuánto le amas, sólo presta todos los suspiros que son capaces tus ojos y pide que te cuente otra versión del mundo. Que te regale una lente que se olvide de la miseria, el desgarro y la falta de razón. Pídele de rodillas que cree para ti un mundo para el diálogo.
No suspires por evocar toda la armonía de la existencia, funde en uno el cielo y la tierra, el placer y el abismo, la escasez y la saciedad. Asómate a las puertas de tus pensamientos y entra sin miedo. Está ahí. No lo niegues princesa, sé que temblaste.


Pepita Pérez
Me da igual el nombre, quiero temblar.

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