No
lo niegues princesa, sé que temblaste. Puedo adivinar tus
pensamientos, interpretar el nerviosismo en tus ojos, el rubor en tu
forma de hablar y hasta la consciente elección de cada palabra que
pronunciaste. Miéntete y no lo digas en voz alta. Elude las palabras
y huye de las realidades. Llama terrenal al descubrimiento del
paraíso, brujas a las deidades, embrutece cuanto quieras lo
sublime. Aquello no era una fortaleza, sino más bien un espíritu
temeroso y encogido que se desplegaba con vergüenza, repleto de
preguntas y sediento de respuestas.
Y
en
tus
manos, un sentimiento desnudo, una emoción indefensa, un universo
que se desvela. No reclames
más palabras que
sus
labios. No expliques cómo y cuánto le
amas,
sólo
presta
todos los suspiros que son capaces tus ojos y
pide que te cuente
otra versión
del mundo. Que
te regale una
lente que se olvide de la miseria, el desgarro y la falta de razón.
Pídele
de rodillas
que
cree para
ti un
mundo
para el diálogo.
No
suspires
por evocar toda la armonía de
la existencia, funde
en uno el
cielo y la
tierra,
el
placer
y el
abismo,
la
escasez y la
saciedad.
Asómate a las puertas de tus
pensamientos y entra sin miedo. Está ahí. No lo niegues princesa, sé que temblaste.
Pepita
Pérez
Me da igual el nombre, quiero temblar.
Me da igual el nombre, quiero temblar.
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