El
concepto de anominia se puede aplicar muy bien a las conductas
sociales actuales. La anominia es, literalmente, la ausencia de
normas que aparece en periodos de cambio histórico, en contextos de
crisis y de rupturas con los modelos. La anominia se expresa mediante
manifestaciones de desorden que reflejan una crisis de valores: el
sistema normativo que se hereda – como podemos ver, no es posible
la originalidad en el ser humano – todavía no ha sido sustituido
por uno nuevo. De ahí la aparición de nuevas pautas de
comportamiento que cuestionan la legitimidad de las reglas sociales y
que se traducen en manifestaciones violentas y destructivas.
La
anominia, como bien afirma Gérard Imbert, “indica una ruptura de
la solidaridad, una desaparición de los puntos de referencia que se
traduce en una crisis de identidad en el individuo”. La anominia es
una respuesta desesperada a una situación de mutación que puede
desembocar en la práctica de autoexclusiones, simbólicas o físicas.
Durkheim habla de carencias de fuerzas colectivas.
La
anominia trae consigo una suspensión de la responsabilidad social y
de los códigos relacionales. El sujeto anómico vive al margen de
los derechos y los deberes, ajeno a toda idea de contrato (de algo
que lo implique en la relación con el otro). Es, a menudo, un sujeto
que se deja llevar por aquello que podriamos llamar pulsiones, que no
pasiones. Es un sujeto que no tiene conciencia de lo público porque
ha perdido el sentimiento de pertenencia a la comunidad. Es un sujeto
bordeline, que vive en los bordes y en los límites, caracterizado
por una inestabilidad emocional, propenso a cambios de estado.
Cuando
los bordes se difuminan, prima lo inmediato, la relación puntual y
efímera con el otro. Es lo que Bauman llama relaciones líquidas,
relaciones de quita y pon. Se diluye entonces la idea de compromiso
en el sentido sartriano de la palabra, de compromiso político, de
proyecto de cambio. Este descompromiso se traduce en una crisis de
los fines, vinculada con la pérdida del sentido de la totalidad y de
la continuidad. ¿Dónde empieza el tú y termina el yo?
Pepita
Pérez
excelente
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