Cigarros
que fumaban y dejaban esfumarse al tiempo que les consumía. Vueltas
y más vueltas en su reloj, esperando que se hicieran ceniza sus ganas y su orgullo. Puede que ellos también se hicieran
ceniza
de tanto calor, de tanto cariño, de tanto deseo, de tanto olvido, de
tantas y tantas cosas que debían haberse dado siempre.
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