martes, 21 de enero de 2014

Escenas sueltas.

- Matilde...
Lo sopesa.
Una conversación con Javier un sábado por la noche no es una buena idea.
Una conversación con Javier un sábado por la noche cuando él está como una cuba es una sentencia de muerte.
- Matilde...
Eso ha sonado como una súplica. No, no, no, no.
Piensa princesa, piensa. ¿Javier suplicando? No.
- Matilde, te lo estoy pidiendo lo más educadamente que sé. Lo menos que podrías hacer cuando pierdo la poca dignidad que me queda es mirarme a los ojos.
Lo odia. No tiene coraza contra eso – contra su sinceridad, quiere decir -. Por eso termina cediendo y verde y marrón impactan y se confunden, se reconocen y se atraen.
Debe buscar una escapatoria rápida. Ya.
- Me encantaría seguir charlando contigo, pero...
- Te encantaría arrancarme el brazo para poder largarte de aquí.
Una vez llegados al punto en el que ella miente y Javier describe perfectamente lo que está pensando, sólo le quedan dos opciones.
- He quedado.
La verdad.
- ¿Con quién?
Con Miguel.
- Con Paloma.
O la mentira.
Él no dice nada más. Tampoco hace falta. Pero se nota porque está escrito en cada poro de su piel visible. Javier no grita, pero Matilde lo oye.
Es un chico. No vayas. Voy a matarlo. Dime que no es un chico. Quédate, por favor”
Está a punto de hacerlo, de quedarse allí. Dios sabe que se arrepentirá después... Ya no importa, Javier deja caer el brazo.
- Llego tarde.


Pepita Pérez
Menuda excusa más pobre Matilde...

No hay comentarios:

Publicar un comentario