-
Matilde...
Lo
sopesa.
Una
conversación con Javier un sábado por la noche no es una buena
idea.
Una
conversación con Javier un sábado por la noche cuando él está
como una cuba es una sentencia de muerte.
-
Matilde...
Eso
ha sonado como una súplica. No, no, no, no.
Piensa
princesa, piensa. ¿Javier suplicando? No.
-
Matilde, te lo estoy pidiendo lo más educadamente que sé. Lo menos
que podrías hacer cuando pierdo la poca dignidad que me queda es
mirarme a los ojos.
Lo
odia. No tiene coraza contra eso – contra su sinceridad, quiere
decir -. Por eso termina cediendo y verde y marrón impactan y se
confunden, se reconocen y se atraen.
Debe
buscar una escapatoria rápida. Ya.
-
Me encantaría seguir charlando contigo, pero...
-
Te encantaría arrancarme el brazo para poder largarte de aquí.
Una
vez llegados al punto en el que ella miente y Javier describe
perfectamente lo que está pensando, sólo le quedan dos opciones.
-
He quedado.
La
verdad.
-
¿Con quién?
Con
Miguel.
-
Con Paloma.
O
la mentira.
Él
no dice nada más. Tampoco hace falta. Pero se nota porque está
escrito en cada poro de su piel visible. Javier no grita, pero
Matilde lo oye.
“Es
un chico. No vayas. Voy a matarlo. Dime que no es un chico. Quédate,
por favor”
Está
a punto de hacerlo, de quedarse allí. Dios sabe que se arrepentirá
después... Ya no importa, Javier deja caer el brazo.
-
Llego tarde.
Pepita Pérez
Menuda
excusa más pobre Matilde...
No hay comentarios:
Publicar un comentario